capítulo 3

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Liv había estado un par de días más encerrada en casa hasta que al final decidió salir al exterior para entrenar con sus hombres.
Al verla, no sabían como reaccionar, no sabían si hablarle o no, si acercarse o mantenerse alejados de ella cuando pasaba por su lado, incluidos los niños y niñas del poblado, que optaron por permanecer distantes por si acaso seguía estando como esos días atrás y preferían no arriesgarse con ella.

Hacía mueca al ver esa incomodidad de los suyos, sabía que se había pasado, que perdió la cabeza y ahora salían las consecuencias, aunque por otra parte, le venía bien que la temieran un poco, así se lo pensarían más de una vez lo de traicionarla.
Justo cuando iba hasta el entrenamiento en donde estaba incluido su hijo, reaccionó al recordar a Sindri, todavía estaba en los calabozos.
Dió la vuelta sobre si misma y cambió de dirección yéndose hacia las cuevas ante las miradas de los presentes que automáticamente supieron a donde se dirigía.

Entraba a paso ligero mientras los que estaban de guardia se miraban de reojo al verla ahí, tratando saliva sin saber muy bien que iban a escuchar esta vez.
Pasaba todo el pasillo, alumbrado por antorchas clavadas en las paredes para iluminar el camino hacia las escaleras de piedra que la conducían directamente a bajo en donde estaban las celdas de rejas y pasó por delante de las que estaban vacías, sintiéndose algo aliviada al saber que de todos en general, no había dejado a muchos ahí abajo, no habían sido en demasía los que la traicionaron, llegó hasta la celda en donde estaba Sindri y los dos de vigilancia que estaban ahí con él, no se esperaban verla, con ojos agrandados y tragando saliva, asentían con la cabeza dándole paso abriendo la puerta de rejas que chirriaba al abrirla.

— iros — les dijo sin más, haciendo que rápidamente y sin rechistar, se dieran media vuelta y se fueran escaleras arriba a la espera de que los volviera a llamar, y eso, no sabían cuanto tiempo iba a ser. Mientras, ella cerraba la puerta tras de si y se quedaba mirando a su segundo esposo el cual, estaba maniatado con las cadenas que sujetaban sus brazos hacia arriba mientras él permanecía sentado en el suelo. Dió unos pasos hacia él y se sentó delante para estar a la misma altura, cogió aire y lo soltó despacio — ¿ tuviste suficiente?

Elevó la vista hacia ella — solo si tú tuviste suficiente — respondía con la voz entrecortada y ronca.

Ladeó la cabeza — pues no

Asintió — lo sé — pausó — aguantaré hasta que me digas que se acabó.

— creo que no es eso lo que me apetece la verdad.

Frunció el ceño confuso.
¿ no iba a torturarlo hasta la muerte?

— haré lo que quieras.

— ¿ si? — lo vió asentir — bien, porque lo que te espera, no será agradable.

Quedaba más confuso todavía, sin entender a lo que se refería.

— aguantaré lo que sea — respondía a la espera de que ella le explicara que iba a hacerle ahora.

Sonrió, pero su sonrisa no llegaba a sus ojos, era fría, incluso algo malvada, llena de oscuridad de la cual le hizo recorrer un escalofrío por todo su cuerpo.

— ¿ quieres saberlo?

— solo si tú quieres que lo sepa

— a mi me da igual, eres tú quien lo va a sufrir — se cruzó de brazos con tranquilidad.

Tragó saliva — si — confirmó.

Sonreía de nuevo, de la misma manera que antes. — no voy a torturarte hasta que mueras Sindri — pausaba con tono frío en sus palabras — tu castigo será eterno, no hasta que tú mueras — se acercó a él, al máximo, hasta que sus narices casi se rozaban — sino hasta que lo haga yo, entonces será cuando tendrás mi permiso para seguirme a la muerte.

LA ERA VIKINGA ( quinta temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora