Capítulo 1 2/2

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Seguí caminando hasta que encontré la dirección. Era una casa bastante acogedora a primera vista, me preguntaba quién viviría allí, tal vez un familiar o un amigo... No sabía qué pensar, pero pronto lo averiguaría.

Toqué el timbre y mientras esperaba a que abrieran más preguntas abordaron mi mente: ¿qué diría? ¿Qué haría si nadie en la casa me reconocía? Por suerte no me dio tiempo a pensar mucho en ello porque la puerta de la casa se abrió, mostrando a una mujer de unos cuarenta años. Su pelo negro caía por encima de los hombros y sus grandes ojos azules se abrieron con sorpresa al verme.

-¡Isa! ¿Qué haces ahí? ¡Vamos pasa!

-¿Isa? Había dicho Isa ¿verdad? -me preguntaba en la cabeza mientras pasaba al interior de la casa. La mujer me dio un rápido abrazo para luego volver a hablar.

-¿Qué haces así cariño? ¿Ha pasado algo? -me dijo mirándome de arriba a abajo y solo en ese momento me di cuenta de las pintas que llevaba. Iba con un chándal, una camiseta ancha, mis gafas de pasta y el pelo recogido en un moño mal hecho. Además estaba calada hasta los huesos por el agua de la lluvia y estaba dejando un charco a mis pies.

-Lo-Lo siento, no quería mojar...

-Tú estás tonta -me interrumpió- anda espera aquí un momento, enseguida vuelvo -dijo. Hice lo que ella me había dicho y me quedé ahí, esperando impaciente y nerviosa a que volviera. No tardó ni dos minutos en aparecer en el pasillo de nuevo, con una toalla en la mano y un montón de ropa en la otra. -Toma, ve al baño, sécate y ponte esta ropa de Marcos. Cuando vuelvas hablamos.

Asentí y caminé por el pasillo de la casa hasta que encontré el aseo, me metí dentro, cerré la puerta y rápidamente me cambié de ropa. Sequé un poco mi pelo con la toalla y me miré en el espejo. Tenía una herida sangrándome un poco en la frente y algunos rasguños por el resto de la cara, comprendía por qué la señora me había mirado así al verme. La ropa que me había dado no era muy diferente a la que llevaba puesta anteriormente, aunque los pantalones eran un poco más grandes de mi talla. Escuché a la mujer hablar por teléfono de fondo pero no lograba entender lo que decía, solo se escuchaba un murmullo.

Cuando ya estaba lista y había cogido unas cuantas respiraciones fui al salón. ¿Qué le iba a decir, no se si eres mi madre, una amiga o incluso mi profesora? Entré en la sala y ella giró la cabeza hacia mí. Sus rasgos se relajaron y una cálida sonrisa se extendió por su cara.

-Gracias -dije señalando la ropa y mostrando una pequeña sonrisa.

-De nada cielo. Ahora ven, te curaré esas heridas de la frente mientras me cuentas qué ha pasado-palmeó un par de veces el sitio del sofá que estaba a su lado y me senté allí. Suspiré intentando ordenar mis pensamientos y finalmente de un tirón le conté lo que había sucedido. Cuando terminé de contar con lágrimas en los ojos esa pequeñísima historia, ya que no recuerdo mucha información, ella me abrazó fuerte y al separarnos pude ver que también estaba llorando.

Abrí la boca para decir algo, pero el timbre de la casa sonó antes de que pudiera hacer cualquier pregunta. Al escuchar el sonido, la mujer se levantó, se secó las lagrimas y salió del salón para abrir la puerta.

-¿Estás bien? ¿Por qué me has llamado? -la voz de un chico resonó desde el pasillo. No pude entender más de lo que decían así que aproveché el tiempo a solas para tranquilizarme y dejar de llorar. Unos pasos en la sala me hicieron levantar la mirada y darme cuenta de que ya no estaba sola. Un chico que tendría mi edad más o menos se encontraba parado en la puerta del salón. Debía de ser el hijo de la mujer, ya que era una réplica suya: pelo negro, alto, moreno y ojos claros. La única diferencia que veía era que los ojos de él eran todavía más claros, haciéndolos prácticamente grises. Me estaba mirando fijamente, con la boca ligeramente abierta.

-Hola -dije yo al ver que no decía nada. Como si le hubiera sacado de un trance, el chico sacudió ligeramente la cabeza y vino corriendo hacia mí. El sentir sus brazos alrededor mío me hizo sentir un poco incómoda ya que no lo conocía, o bueno, al menos no lo recordaba.

-Isa, soy Marcos.

Intentando recordarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora