Capítulo 7

1.6K 105 12
                                    


Cuando entramos a mi habitación, mis ganas habían incrementado. Quería probar su cuerpo de una vez. Siento que tiene algo que las demás no tienen, lo comprobé hoy con Dafne.

Keyla como siempre tomando el control. Lo hace tan bien. En estos momentos lo único que quiero es llegar al orgasmo junto con ella. Todo desaparece, y solo estamos nosotros; entre gemidos y jadeos llenos de deseo. Terminamos y volví a la realidad.

— ¿Me prestas tu baño? —preguntó después de ponerse su ropa interior.

— Sí. De frente y dobla a la derecha.—respondí todavía algo agitado.

En su ausencia aproveché en cambiarme. Solo pude con la parte inferior. Cuando regresó, verla así me provocó un deseo más sano. ¿Cómo puede ser tan hermosa y a la vez tan difícil?

— Tienes una bonita casa.

— Gracias.

— ¿Vives solo aquí?

— Desde hace mucho. Pero de vez en cuando vienen a visitarme. Ya sean mis amigos o algún familiar.

— Mhm, vale.

— ¿Quieres que te invite algo?

— No, gracias.—toma su blusa para ponérsela.— Ya debería irme.

— No me niegues esta vez. En serio, se siente feo.

— Si claro. Decías querer ayudarme pero luego te vas con la más estúpida del sitio.

— ¿No se llevan bien? Aunque deberías de despreocuparte, no lo sabe hacer tan bien como tú.

Vaciló. Y es la primera vez que la veo sonreír de ese modo. Hermosa.

— ¿En serio? Pues me halagas, sabes.

— Me gusta halagarte. ¿Entonces, qué dices?


Dudo unos segundos.

— Está bien. —acepto al fin.

Esbozó una sonrisa.

Nos sentamos en su sofá ya vestidos. Me invitó unos sándwiches. Estaban muy ricos.

— Mmm, saben muy bien. ¿Los hiciste tú? —cuestioné ilusionada.

— La verdad no. Los compré. Pero sí, son muy buenos.

Mis mordidas son algo desesperadas. Sinceramente hace mucho que no comía así.

— Wow, wow, tranquila. No te los voy a quitar.—bromeó.

Concientizo mi comportamiento y trato de disimularlo.

— Es que... están deliciosos. Lo siento.

— No pasa nada.

— Y perdona mi actitud en la tarde. A veces suelo tomar por culo a todos.

— Ya pasó. ¿Pero podemos ser amigos, no?

— Desconfío de ti, Rubén Doblas.

— No deberías. Dame una oportunidad, ¿sí? —hizo una mueca extraña, causándome un poco de gracia. La verdad es que me está cayendo muy bien, pero si me falla, qué más da ¿no?

— Vale, pero si me fallas, te haré la vida imposible.

— Trato hecho entonces. De todas maneras, te seguiré viendo si lo hago o no.

Reímos.

— Gracias por esto. Ahora si tengo que irme.

— Te llevo.


Llegando al burdel, todo parecía normal, pero entonces veo a dos señores que conversan agresivamente. Uno de ellos nota nuestra presencia y rápidamente se acerca a nosotros.

— ¡Aquí estas! —sujeta del brazo a Keyla. Parece furioso.— Con que te vas de paseíto, ¿no? Yo no te di permiso.

— Eh, déjala tío. No la trates así.

— ¿Así? ¿Y tú quién eres para decirme qué hacer? Ella es mía, campeón.

— Ella no es propiedad de nadie. Suéltela o llamaré a la policía.

Sonríe con cierto cinismo. Entonces me da un puñetazo que me deja en el suelo.

— ¡Jored, basta! —exclamó el otro señor, tratando de alejarlo.

— No llamarás a nadie. ¿Con qué te crees el héroe de la película no? Entonces ven, pelea como hombre.

Me levanto. No me importa si quedo en ridículo o con moretones. Se trata de Keyla.

Trato de alcanzarlo para enfrentarlo, pero entonces ella me interrumpe.

— No Rubén. Déjalo, ya vete.

La miré algo confuso. Entonces decido irme.

— Tienes suerte de que mi mujer haya sentido compasión de ti. Si te vuelves a meter, esta vez no habrá quien te salve.

Lo fulminé con la mirada, después miré a Keyla con mucha preocupación. Salí por fin.

No trates de salvarme [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora