Capítulo 9

1.7K 108 10
                                    

Me siento en la cama, y el sigue mi acción. Nos miramos a los ojos mutuamente. No lo había notado antes, pero los suyos son hermosos; verdes café. La luz de la luna que se filtra entre la pequeña ventanilla le hace un gran favor. Me quedo hipnotizada por unos segundos.

— Perdón por comportarme tan mal contigo. —dije apenada.

— Olvidemos eso. Quiero que me digas lo que te pasa, confía en mí. Yo en verdad quiero ayudarte de algún modo.

— No sé por dónde empezar. Me han pasado muchas cosas...

— Donde tú quieras, necesitas desahogarte. Parece que nunca has hablado de esto con nadie, ¿no? —    su voz era tan cálida que me proporcionó aún más confianza.

Al recordar todo, se me forma un nudo en la garganta. Será difícil pronunciar los detalles. Aunque... ¿por qué tanta importancia? Si todo ya está hecho. Tomé aire antes de empezar.

— Cuando cumplí nueve años —empecé a decir— no estaba feliz. Los cumpleaños de un niño siempre son alegres, pero en cambio, los míos nunca lo fueron. Mis padres se habían separado desde que tuve cinco, ya que mamá se enteró de que él la engañaba con chicas menores. Siempre llegaba tarde y borracho. —pausé y luego vacilé— Ella tampoco fue una santa, se drogaba, y vi cómo se empezó a acostar con diferentes hombres frente a mis narices. La encontré varias veces teniendo sexo, y obviamente no fue nada agradable como para mí edad en ese momento. Siempre lloraba, hasta que aprendí... —di otra pausa y suspiré— a cortarme. Con eso me aliviaba del dolor que sentía. Era infinito, por cierto. Al cumplir diez, nadie vino a visitarme. Igual ya no era novedad. Papá me dijo que saldría, y esta vez lo seguí. Mala idea. Fue a un burdel. Entré sigilosamente, y pude verlo rodeado de tres mujeres con los senos fuera. Se veía tan feliz. Lo que me dejó marcada fue que... —mi garganta se puso tensa— que dijo que las amaba. A mí nunca me lo dijo. Eso me rompió el alma completamente. Al día siguiente hice como si nada hubiera pasado, aunque por dentro ese dolor no me dejaba tranquila. Poco a poco empecé a salir a la calle, y a veces ni siquiera llegaba a dormir, pero al parecer a ninguno le importó, ni se preocuparon. Así que decidí no volver más. Me hice amiga de los que vendían drogas y dormían por los callejones al igual que yo. Admito que me sentía más cómoda con ellos, que con mis padres. Sentía que por fin tenía una familia. Viví dos años fuera de casa. Hasta que un hombre no tan mayor, creo que tenía unos veinticinco años cuando lo conocí, se comportó tan bien conmigo que llegó a enamorarme. Aun así solo yo haya tenido doce. Hizo que me sintiera bien. Nunca me había sentido tan bien a causa de una persona. Pensé que al fin había encontrado la dichosa felicidad, pero me equivoque. Él nunca me amó, solo quería sexo, aprovecharse de mi virginidad e inocencia. Ya me había enterado antes que tenía esposa, pero como lo amaba, lo seguía complaciendo, aunque él solo me veía como su amante. Aun así, me enteré después que yo no era la única, tenía otras. Eso hizo que volviera a las calles. Nunca lo volví a ver. Fueron los años más largos de mi vida. Logré sobrevivir cantando y pidiendo limosnas. Entonces volví a encontrarme con mi mamá y su nueva pareja. Ella no me reconoció, pero aquel hombre me trajo hasta aquí. Ya no pude salir. Freddy no me dejaba dándome montones de billetes. Decía que tenía lo necesario y que no podía desaprovechar la oportunidad. Me empecé a acostumbrar. Tenía sexo con muchos, y me pagaban por eso. Entonces ahí fue donde entendí una cosa; los hombres solo te aman cuando le das placer. Todos los hombres que han formado parte de mi entorno, me dejaron eso bien en claro. Todos ellos hicieron lo mismo.

En toda la narración me hago la fuerte. Fue muy difícil de contar, pero cuando termino me siento mucho más aliviada. Me quité un gran peso de encima.


No puedo creer que ella haya vivido todo ese infierno desde muy pequeña. Yo no podría haber soportado tanto. Sus ojos están humedecidos, me acerco para rodearla con mis brazos y abrazarla. No puedo verla así, me pone triste a mí también. Me gusta, y de verdad, aunque no me crea, solo quiero hacerle saber que estoy para darle todos los ánimos que necesita.

— Espero que te sientas más tranquila.—murmuré acariciándole la nuca.

— Estoy mejor, sí... —parecía querer llorar.

— Ya no tienes que seguir sufriendo, sal de aquí. Vente a vivir conmigo.—me separo para verle.

— Eso es imposible, no puedo.

— Sí puedes. Aun tienes tiempo de rehacer tu vida, de ser una chica normal con una vida normal.

— Ya no vale la pena, ¿quién estaría conmigo? no... es mejor quedarme.

— Uno nunca sabe Keyla, alguien llegará y entonces te darás cuenta.

— No lo creo.

— Sé que has sufrido mucho, y lo siento por eso, pero yo estoy aquí para de alguna manera protegerte, y ayudarte a superar todo ese pasado.

— Eres muy amable, Rubén, pero es mejor que sigas con tu vida.

— Te presto mi apartamento, hasta que tengas uno propio. Por favor esto si no me lo niegues.

— Lo... lo pensaré.

Me fijo en su muñeca izquierda. Tiene cortadas recientes.

— ¿Por qué lo haces?

— ¿Hacer qué?

— Cortarte. Eso no está bien.

— Lo hago porque esa es mi escapatoria al dolor que no quiero sentir más en mi pecho.

— No es la solución. No lo vuelvas a hacer.

— No te prometo nada.

Veo la navaja en el suelo y la recojo para guardarla en mi bolsillo.

— Me llevaré esto, así ya no lo haces.

— Deberías irte, Freddy se puede enojar por tu demora.

— Volveré mañana.—me acerqué y le besé la frente. Cerré la puerta por mi cuenta.


Me quedo en la misma posición por unos minutos, pensando en lo que ahora acaba de pasar. Es verdad que me siento más tranquila, pero a la vez siento un nuevo sentimiento. Es raro, no lo sentía desde que tenía doce... ¿No me estaré enamorando de Rubén?

No trates de salvarme [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora