⠀⠀⠀⠀𝐴𝑑𝑎𝑝𝑡𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛.
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¿Sabes, hyung? De pequeño creía que si alguien me hablaba mientras dormía, como contándome algo, soñaría con eso.
- Donde Taehyung le habla a Yoongi mientras este duerme.
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— Hyung ¿Esta es su primera cena de verdad, no?— preguntó el castaño, sus ojos eran curiosos, a pesar de que ya sabía la respuesta.
— Es horrible— el pelinegro frunció la nariz con asco, haciendo una mueca mientras dejaba la cuchara sobre el pequeño cuenco de arroz.— No voy a comer esta porquería— añadió, echándose hacia atrás sobre sus almohadas.
El castaño hizo un puchero.
— Hyung, si no come esto no va a comer nada, en algún momento va a tener hambre o-
— Pues me moriré de hambre, entonces.
El menor frunció el ceño.
— Hyung, no sea tan berrinchudo, vamos— acercó su silla a la cama, tomando el cuenco con arroz y revolviendo un poco antes de tomar una cucharada no muy generosa para su mayor, tenía órdenes de que debía comer en pequeños bocados y además, no quería hacer un enchastre con tanto arroz.— Abra la boca.
El mayor lo miró con el ceño fruncido, como si estuviera hablando en serio.
— El arroz ya estará frío si sigue así.
— Que se pudra el arroz.
— Hyung...
— Púdrete tú también.
El castaño se mordió el labio con fuerza con las palabras, dichas en un tono tan brusco, que llegaron a herirlo un poco.
Le ponía mal que siendo él el único que estaba al lado de su hyung, el único que podía apoyarlo ahora, pero que había estado a su lado tantas veces, él mayor lo tratara tan mal, merecía algo mejor que eso.
— Oh, no me digas que vas a llorar— habló el pelinegro, su tono fue tan poco sensible como el anterior.
El que le dijeran que iba a llorar hizo que tuviera ganas de llorar.
— Bien, bien, no, Jungkook, no, no llores— el pelinegro habló rápidamente al escuchar al menor sorber su nariz y notando la mirada baja para ocultar las lágrimas.— Lo comeré, en serio, dámelo.
El castaño lo miró como si estuviera hablando en serio, el mayor asintió con seguridad, estirando sus brazos hacia él, le dedicó una amplia sonrisa de conejo y le alcanzó su comida.
— Esta porquería ni siquiera tiene salsa de soja— murmuró el pelinegro, con las mejillas algo llenas de arroz, haciendo que el menor riera.
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