El orgullo Parkinson

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Después del desayuno y bastante felices porque ahora si poder decir que eran novios se había reunido con los amigos de Draco, una mesa en el rincón de la biblioteca, con bastantes libros sobre ella era suficiente para mantener alejas las miradas curiosas de aquellos que esperaban que Hermione fuese víctima de alguna broma por parte de las serpientes.

Después de las ya esperadas bromas por su ahora ya oficial relación, unos cuantos recuerdos con los que las serpientes se reían del rubio por lo poco discreto que era al tratar de ocultar que Hermione le gustaba, y el obligado beso que la pareja se había dado por insistencia de los Slytherin, hasta entonces Draco había podido explicar para que los había reunido.

En resumen, el rubio quería que Hermione les diera a sus amigos clases de defensa, sabía bien que si había algún alumno que conociera la mayoría de los hechizos esa debía ser su novia, era consiente que durante el tiempo que estuvo en el E.D. había practicado mucho, y seguramente sería capaz de enseñar un par de hechizos a sus amigos, esto en el limitado tiempo que tenían hasta que llegara el inevitable día de separase.

Tal como Draco esperaba en un principio Hermione se había negado, ella argumentaba que no era lo mismo aprender de un maestro o un libro, que tratar de pasar ese conocimiento a otro, al final no le había quedado otra opción que aceptar; todas las tardes practicarían sus duelos en la sala de menesteres sin descansar un solo día hasta que lo inevitable llegara.

Tenían solo dos días con los entrenamientos cuando Neville le había pedido a Hermione hablar con ella en privado, justo cuando llegaban de haber estado con las serpientes.

— ¿Qué sucede entre ustedes? —le cuestionó Neville sin rodeos.

—No, tú también vas a empezar con eso, tu no por favor Neville —le pidió la castaña a su amigo.

—Prometo que yo no te juzgare, fuiste la primera amiga que puede hacer aquí, me importas —el distraído chico le decía, mientras ella le regalaba una sonrisa —tal vez hasta les pueda ayudar.

—Eres un gran amigo, pero no sé en qué nos puedas ayudar, Malfoy y yo solo hicimos las pases, somos amigos.

—Mione no quería decirlo, pero cuando fui a dejarle un paquete a Malfoy, bueno... sé que estabas ahí —Neville se veía más apenado que ella —sé que ahí habías pasado la noche.

— ¿Cómo puedes decir eso? —preguntó sorprendida con las afirmaciones de su amigo.

—Mione, miré a tu gato casi salir corriendo con una de tus pantuflas, no creo que Malfoy tenga unas iguales, además si acabaras de llegar él no se habría esforzado por que no te viera y no me habría cerrado la puerta en la cara.

Hermione se llevó la mano a la cara, definitivamente no podía seguir negándolo.

—Está bien, te contare todo, pero aquí no, te veo mañana en la sala de menesteres a las 5 de la tarde, y prepárate, que te vas a enterar de muchas cosas —Hermione se lanzó a los brazos del chico que tenía al frente —muchas gracias por ser siempre un gran amigo —le dijo ella casi en un susurro.

—Estamos muy cariñosos hoy —la voz de Ron detrás de ella sonó.

— ¿También me acusaran de andar en secreto con Neville? Digo todo lo que me han dicho de Malfoy nació de un abrazo que nos dimos —la actitud a la defensiva de la castaña quedo en evidencia.

—No te acusaría de algo así, Neville es... Neville, es...

—Adorable, buen amigo, inteligente, atractivo, y según recuerdo excelente bailarín, si, suena como un chico muy interesante —ella había interrumpido a Ron —buenas noches Neville, nos vemos mañana —besó la mejilla de su amigo y se marchó.

El infiltradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora