La temporada de lluvias había llegado antes a Atenas, tomando por sorpresa a los pobladores.
Los cielos se oscurecieron con pesadas nubes cargadas de agua y fueron surcados por relámpagos que rugían monstruosamente al tocar tierra, alterando los nervios de los más sensibles.
La lluvia torrencial cayó sobre Sísifo y sus ayudantes justamente cuando los caballos estaban pastando. Rápidamente los jinetes fueron guiándolos de manera ordenada de regreso al establo cuando un rayo ocasionó un estruendo terrible, provocando que los caballos se alteraran y comenzaran a relinchar histéricos al estar en campo abierto, su instinto les ordenaba buscar refugio así que salieron corriendo despavoridamente.
Los jinetes reaccionaron rápidamente bajo las instrucciones que Sísifo les dictaba, pero uno de sus ayudantes, el más joven e inexperimentado, no pudo contener a dos caballos, los cuales salieron corriendo en dirección contraria. Sísifo dejó al mando a su mano derecha, Kardia, para que guiara al resto de los caballos mientras él y otro de sus hombres más capaces fueron tras los faltantes.
Cabalgaron bajo la lluvia, no dejarían de hacerlo hasta capturarlos y regresarlos sano y salvo, ya con la reprimenda pública que sufrió Sísifo todos conocían lo que les esperaría si perdían a uno de los hermosos ejemplares del gobernador, maldiciendo su suerte pues se trataban de otros de los caballos provenientes de Arkhal.
Afortunadamente, lograron lazarlos antes que llegaran al río Cephisus que había aumentado peligrosamente su caudal en cuestión de minutos, impidiendo que los animales se pusieran en un riesgo mayor.
A pesar de las dificultades todos los caballos regresaron al establo donde estarían seguros durante la tormenta, y Sísifo descansaría tranquilo sin ninguna preocupación, no tendría que pagar ninguna deuda con el gobernador, aunque no imaginó que su cuerpo le cobraría caro el cabalgar durante un par de horas bajo la lluvia.
A la mañana siguiente amaneció con la garganta reseca y una temperatura elevada que lo hacía sentir débil y mareado, no paraba de jadear por el dolor que penetraba en todos sus huesos.
Sus ayudantes llamaron a algunas mujeres para que lo cuidaran, las cuales prepararon comidas nutritivas y tés para fortalecerlo, pero el rubio se encontraba tan débil que apenas probaba bocado y tomaba líquidos.
Pasó otro día y su cuerpo no mostraba mejorías, por lo que ahora sus ayudantes recurrieron a la asesoría de un médico.
Era el tercer día en el seguía padeciendo en cama.
Nunca lo dejaron solo, en especial porque una jovencita se negó a apartarse de su lado, la cual se encargó de cambiar el paño húmedo de su frente, de limpiar su sudor cada que lo necesitara y se aseguraba que tomara la medicina correspondiente y se mantuviera hidratado.
El domador estaba agradecido con ella. No la conocía mucho, pero formaba parte de la servidumbre del gobernante y de vez en cuando sus caminos se encontraban en los cuales intercambiaban unas cuantas palabras. Sin embargo, estaba oscureciendo y ese era el día en que debía verse con Cid, sabía que no estaba en condiciones para hacerlo, pero prefería su compañía.
Observó por su ventana y el cielo ya estaba completamente oscuro mientras una pesada lluvia caía. Desconocía que hora era, pero debía ser muy tarde y la joven seguía ahí a su lado. Trató de dormir un poco, solo unos cuantos minutos. Cuando volvió a abrirlos la lluvia se había aligerado, era el momento adecuado. Aclaró su garganta, llamando la atención de la joven pues se había quedado dormida en la silla.
—¿Sasha? —Trató de sonreír cuando sus ojos se encontraron, intentando poner su mejor semblante y contener los temblores de su cuerpo por la fiebre. —Es muy tarde, deberías ir a tu casa a descansar.
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Llévame (SísifoXCid) FINALIZADA
FanficSísifo, un joven que se dedica a domar y atender a los caballos del actual gobernante de Athenas bajo el régimen del imperio turco otomano en 1753, pierde uno de los caballos de su señor en medio de la noche, por lo que salé a buscarlo, sin imaginar...