Para ser alguien que se mantenía normalmente apartado de todos, la soledad nunca le había molestado como hasta ese momento.
El brillo de sus ojos azules se había apagado, sus sonrisas eran diminutas, apáticas, y su actitud estaba decaída, sin embargo, tenía que seguir trabajando y ayudando en la planeación de la rebelión con el corazón roto.
El tiempo no se detenía. Cada segundo que pasaba era otro segundo sin Cid y su corazón oprimido lo sabía, contaba el tiempo separados con cada doloroso latido, pero no podía hacer nada para aminorar el dolor más que superarlo.
Sísifo debía superarlo, debía sobreponerse a la ausencia del dueño de los hermosos ojos violetas, pero estaba tan enamorado que a solo cuatro días de su partida aun le resultaba imposible. Sería más fácil si lo olvidara, pero esa no era una opción, no quería olvidar las pequeñas sonrisas de lado que le dedicaba Cid y a veces lo exasperaban, su extraño sentido del humor, su voz seria y profunda, sus manos frías recorriendo su piel, ni su rostro resignado antes de cumplirle algún capricho. Sería más fácil, pero no quería olvidarlo, no quería arrancarlo de su mente, de su corazón, aunque superarlo parecía ser una tarea titánica.
Tenía el corazón deshecho desde que lo dejó partir antes de la salida del sol. Todavía recordaba el cuerpo de Cid removiéndose a su lado con sumo cuidado para no despertarlo, pero fue inútil, Sísifo sabía que ese momento llegaría y se despertó a cada rato ante el más leve movimiento, sin embargo, nunca se atrevió a abrir los ojos, y cuando el momento definitivo llegó tampoco lo hizo pues verlo partir, dejarlo, era una imagen muy cruel que no quería almacenar en su memoria.
Y aunque despedirse dolió hubiese sido peor nunca haberlo hecho. Al menos ahora podía dar por concluida esa etapa de su vida, que, aunque fue corta se convirtió en el tesoro más grande de su alma. Haber conocido a Cid fue lo más maravilloso que le había sucedido, y aunque su amor fue algo fugaz fue verdaderamente genuino, algo mágico que brotó en ambos y los uniría para siempre.
Porque serían uno para siempre, lo habían prometido y habían sellado ese pacto con un tierno beso. Serían uno para siempre a pesar de las barreras del tiempo y la distancia, e incluso la de la muerte que era inevitable para el mortal.
Sísifo solo tenía que superarlo y cumplir su promesa. Era relativamente sencilla, su participación en la rebelión consistiría en dejar a los soldados del pasha sin sus medios de transporte, sus caballos, para que los miembros que estuviera en descanso no pudieran auxiliarle cuando iniciara la revuelta. Llevaría a los caballos a un prado alejado mientras Atenas ardería ante el coraje de las injusticias que ya no serían permitidas, y si se movilizaba a tiempo con la mejor de las discreciones, la desaparición de los caballos sería descubierta muy tarde y no tendría que pelear con los guardias, los cuales al final de cuenta tampoco serían culpables pues solo seguían órdenes.
Le producía una ligera ansiedad saber que el momento estaba próximo, sólo tenía que esperar a que los organizadores de la rebelión dieran la orden y cada quien se movilizaría de acuerdo al plan. Solo era cuestión de tiempo, algunos cuantos días más en los que debía realizar su rutina de manera normal para no levantar sospechas.
Pero su rutina fue rota esa fría mañana gracias a una visita muy peculiar en el establo.
Sísifo observó a lo lejos como se acercaba la joven Sasha acompañada de un hombre muy alto de larga cabellera azulada, abriendo sus ojos de golpe cuando lo reconoció como aquel sujeto que lo ayudó en la biblioteca.
Tomó un paño limpio para limpiarse las manos mientras se acercaban juntos hacia él. Respiró profundo, tratando de desaparecer la tensión que endureció su cuerpo por los nervios, dibujando la mejor sonrisa en su rostro para recibirlos cuando se detuvieron frente a él.
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Llévame (SísifoXCid) FINALIZADA
FanficSísifo, un joven que se dedica a domar y atender a los caballos del actual gobernante de Athenas bajo el régimen del imperio turco otomano en 1753, pierde uno de los caballos de su señor en medio de la noche, por lo que salé a buscarlo, sin imaginar...