Allie nunca volvió a hablar con Alex ni con Hayes, es más detestaba a ambos por ser de la misma familia.
El tiempo fue deteriorándola lentamente, a veces era tan insoportable la vida con su familia que ya casi ni notaban la existencia de ella. Toda la atención siempre estaba centrada en Louise y sus triunfos en la secundaria, no comprendía bien por qué pero Louise con tan solo un año menos que ella ya era demasiado respetada en la secundaria, ¿qué quedaba para ella? Nada.
Con tan solo dieciséis años, una vida de mierda, totalmente invisible para toda la población; solo le quedaba su móvil, sus discos, sus libros y las docenas de cicatrices que indicaban que se automutilaba la mayoría del tiempo.
El auto la esperaba como de costumbre su hermana iba en el asiento del acompañante, ella detrás con la mirada en la portada de un libro que seguro leería en clases o tal vez leería toda la noche para aliviar sus penas, se colgó su morral sobre el hombro derecho el cual recibió todo el peso. Hizo una mueca ya que pesaba demasiado, solo era otro día con demasiadas asignaturas para tan solo la primera semana de clases. Un largo camino para llegar a un antro lleno de idiotas que etiquetaban a más idiotas como ella tan solo por su físico y sus ganas de vivir la vida. De por sí, ella estaba casi en el subsuelo en esa escala.
Bajó del auto antes de que se detuviera, no quería escuchar un “Que te valla bien” por parte de su padre.
Entró tan rápido como pudo a la jungla a la que le llamaban “escuela”, sí una jungla, claro que esa jungla ofrecía la mejor calidad educativa aunque la mayoría de los profesores no hacían más que rascarse las bolas y aprobar a los alumnos para luego no tener mucho más trabajos al verlos en el verano pero ya qué, tenían que dar falsas expectativas de que ellos pudieran considerarse futuros presidentes del país de los idiotas. Pero no, Allie no era como ellos.
Llegó al salón de Historia, siempre le daba gracia la costumbre del profesor de tomar la asistencia para comprobar que nadie se hubiera escapado antes de entrar, en todo caso si no asistían debían presentar una nota escritas por los padres y obviamente que dijera que por casos de fuerza mayor, no asistieron y/o/u se retiraron.
Atrás de la clase, pero aun escuchando volvió la mirada al libro de historia, su grosor era impresionante. Eso no le importaba. Por décima vez en el día veía la portada, podía observar un paisaje que tal vez nunca vería en su vida ya que no le interesaban los viajes.
Su vista fue subiendo hasta encontrarse con sus muñecas descubiertas, totalmente llenas de cicatrices viejas y nuevas que no planeaba dejar de remarcar con el filo de lo primero que encontrarse, pasó sus fríos dedos sobre la última herida de anoche. Lucía horrible, eso le gustaba, ser horrible, ser una mierda, la soledad verdaderamente le agradaba aunque al mismo tiempo la odiase con toda su alma. Subió nuevamente las mangas de su suéter negro para ocultarlas, sabía que pronto tendría que levantar la mano para musitar un “Presente, señor”.
De la A a la M de Miller, ahí levantó su mano al oír “Allie Miller” ser pronunciado por aquél viejo, de la M a la S se detuvo al oír “Silverstone”.
–Presente. –la voz era familiar pero a la vez no tanto, era más gruesa y ronca de la que había escuchado de su infancia.
Subió la mirada hacía los bancos de adelante, ahí se encontraba Alexander totalmente cambiado. No parecía un niño débil de ocho años, ni tampoco un chico malo o popular aunque era claro que no pertenecía a ese grupo, conociéndolo a él (o al menos que creía conocer) sabía que no se dejaría influenciar por esos idiotas.
–Maldición, maldición –repetía Alexander en voz baja, de todas las Allie’s Miller que podía haber en el país, justo le tocaba estar con ella.
Miró por sobre su hombro, no estaba tan lejos de ella y realmente pensó que se veía hermosa en ese momento en el que miraba al frente de la clase, seguro debería estar prestando atención.
Podía notar que seguía conservando ciertas cosas de cuando era niña, su cabello seguía negro y sin manchas de tintura, sus ojos azules que en ciertas ocasiones solían ser grises parecían destacarse más que nada aunque las ojeras que tenía la hacían notar bastante fatigada. «Tal vez estuvo toda la noche siendo ella» pensó mientras seguía observándola: sus brazos delgados e incluso el beanie de lana del mismo color de su suéter negro, cuya inscripción decía “Coldplay” la hacían notar completamente diferente a la niña alegre, la reina de las flores, la vaquera e incluso la Doctora Miller a la que había conocido. Pero si algo había que destacar era que conservaba sus pecas, la hacían tan adorable y más hermosa de lo que ya era.
Sacudió la cabeza y volvió la vista hacía el profesor, queriendo apartar los recuerdos de aquella niña que decía ya no quererlo.
La clase transcurrió bastante lenta, mucho más que una maldita tortuga que intentara ponerse de pie. El timbre los salvó de más tarea.
Como era de costumbre, Allie salió primera del salón para ir a su casillero a preparar la próxima clase en la cual también se la pasaría mirando sus cicatrices y pensando que tan odiosa es Louise o que tan odiosa es la vida.
No se dio cuenta que su morral había quedado abierto, y del mismo cayó su “cuaderno especial” el cual relataba su vida solitaria y hacía dibujos de la gente que odiaba sufriendo, sí, ella no era una dama de buenas modales aunque aparentaba hacerlo.
Alex iba saliendo con Mick del salón, pero él mismo pisó el cuaderno. Pudo observar las letras moradas que decían “ALLIE MILLER, DON’T TOUCH THIS” y la dueña avanzando sin darse cuenta.
La siguió dejando detrás a Mick que se quedó confundido por la actitud de su amigo.
Cuando la alcanzó, le tocó el hombro.
–Creí que las reinas no le daban la espalda a su pueblo. –el resentimiento lo había atacado, ni siquiera sabía cómo era capaz de decirle eso a una chica.
Allie se dio vuelta, bajó la mirada hacía sus manos que contenían el cuaderno y luego la regresó hacía los ojos azules de Alex.
–Creí que los reyes amaban demasiado a las reinas como para pensar que ellas son como una bolsa de basura o técnicamente un pedazo de mierda.
Y le quitó el cuaderno rápidamente, dándole la espalda para volver a olvidarse de él.
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Suicida en negro
Romance¿Qué pasaría si volvieras a ver tu pasado pero en una buena forma? ¿Si lo que se dijo antes no fuera lo que uno nunca quiso decir en el presente? Obra registrada en Safe Creative. Código: 1501253081482