03. El destino también puede cambiar

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-Sakura ¿tienes listos los almuerzos que te pedí?-Tsunade extendió sus manos -apresúrate, los oficiales vinieron por su pedido.

Fueron dos minutos los que tardó en reaccionar y en procesar que aquellos policias sólo eran clientes. Le entregó los almuerzos aún confusa por lo que había sucedido, imaginó lo peor, que venían por ella acortando su llegada hacia el fin.

Soltó un suspiro apenas los oficiales salieron del restaurante, por un momento el corazón se le había detenido.

-¿Te encuentras bien?- Tenten se acercó -tu cara esta pálida, si no te sientes bien deberías de irte a casa.

-No, estoy bien sólo fué...

-Tiene razón, has estado trabajando el triple, si te enfermas sería complicado- escuchó la voz de Tsunade -vete a casa y vuelve mañana.

Al principio iba a negarse, pero recapacitó y terminó convenciéndose de que no seria mala idea ya que después de todo todavía sentía náuseas, le agradeció a Tsunade, y esta le respondió diciendo que le debía una apuesta. Porque sí, esa es otra de las aficiones de Tsunade después del alcohol.

Cruzando las calles tan limpias pero a la vez llenas de hojas caídas de los árboles, ese olor tan característico del lugar. Sin escuchar las bocinas, sin oler el humo que sale de los tubos de escape, sin sentirse prisionera de aquel hombre.

No sentía nada, y a la vez sentía todo.

No sentía más bofetadas.

Sentía libertad.

Una lágrima fué bajando poco a poco por su mejilla, no lloraba por dolor, no, lo hacía porque sentía tristeza, ya ese hueco en su pecho no estaba vacío ni lleno, solo estaba en el limbo, y eso no era tan malo para ella después de todo.

Se quitó la peluca rubia apenas entró, y con pereza los zapatos antes de entrar a la cabaña, esa era otra de las costumbres asiáticas que había heredado de su padre, algo bueno que pudo darle. Desde niña siempre pensó que su padre era un buen sujeto, amaba a su madre y le demostraba amor con afectos tan honorables que hacían derretir a cualquier mujer. Pero desde la muerte de su madre, su forma de ser, su trato, su aspecto, incluso su voz, cambio por completo.

Aún así se quedó.

Aún así lo apoyó.

Aún así nunca le refutó nada a aquel hombre ejemplar para el mundo pero aterrador por dentro.

Abriendo su mochila se dió cuenta de que dejó su almuerzo en el restaurante. Y su estómago dándose cuenta de la situación en la que iba a estar comprometido, se comenzó a quejar. Maldiciendo entre dientes volvió a colocarse la peluca y revisó la bolsa de dinero que había recibido de su pequeño pero cómodo sueldo, tomó unos billetes y decidió ir a la única tienda cercana que recordaba. La tienda del día en el que llegó al pueblo.

Tardaría treinta minutos caminando hasta llegar, pero luego de un trabajo de tiempo completo, eso era una eternidad para el único día lograste salir temprano del trabajo.

Con pereza comenzó el trayecto a la tienda, con el sol de la playa acompañado de una brisa fresca, mirando a los alrededores para no perderse, encontró la tienda notando el letrero de veinticuatro horas.

Jaló la puerta de vidrio y entró, sonando la campana de entrada y atrayendo la atención del empleado que tenía la misma expresión que tuvo la primera vez que la atendió. Le recordaba a si misma cada vez que tenia que hacer un trabajo en la empresa de su padre, puros papeleos y montones de trabajos por hacer. Ponía la misma expresión porque odiaba su antiguo oficio, siempre quizo ser médico, y por ende odiaba tener que trabajar en la empresa de su obstinado y malhumorado padre.

Buscando un refugio [SasuSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora