La casa del crimen

VII

Se habían dividido en grupos para buscar pistas en los tres pisos de la casa. La criada y su hija estaban en el piso bajo, Romualdo y Aurora andaban en el primer piso, y María, Amapola y Sirash en el segundo piso y el desván.

La lluvia no cesaba, es más, en la última media hora había aumentado la intensidad en la que caía. Por una fina, pero alargada ventana que por el día permitía que el pasillo del primer piso se iluminara, se percibió la silueta distorsionada, debido al agua acumulada en el cristal, de Aurora. Está se alejó lentamente del ventanal, hasta chocarse sin querer con Romualdo. El la notó a ella melancólica.

- ¿Qué te pasa, cariño? - Acarició su cabello oscuro y se le recogió detrás de la oreja.

- Nada, pero es que esto, ya pensaba que... tu hija, y... el niño...- Cómo una de esas gotas que caían del cielo, cayó una del ojo de Aurora.

- Tranquila, llegaremos al fondo de este asunto.- La abrazó.

De pronto, el destello de un relámpago delimitó una clara sombra delante de la ventana. El rostro de Aurora se estremeció y sus manos arrugaron la camisa de Romualdo. Se echó para atrás de un paso semejante al taconeo. La luz de otro rayo entró por la ventana paralela a la otra, y la cara de la silueta cambió y se transformó en la de la asistenta.

- ¡Dios, que susto me ha dado! - Gritó Amapola, con la mano en el pecho.

- ¿Qué demonios está haciendo aquí? - Preguntó Romualdo.

Nada, buscaba una cosa. Ah, y recuerden, yo leí la carta, y en la carta ponía que no desvelasen su relación, así que no disimulen. - Contestó, y luego se abrió paso entre ellos y entró en una habitación.

- Tranquilízate - Romualdo volvió a abrazar a Aurora.- Voy a investigar.- Sonrió y entró en la biblioteca.

Aurora cerró los ojos y se tocó el entrecejo. Luego abrió los ojos.

- ¿Eres tú? Santo cielo, no te había reconocido. ¿Qué hacés con eso? No, no... te quería, te juro que te quería, e...¡Aghh!- Bajó lentamente sus manos hasta tocarse el puñal que la acababan de clavar en el estómago.