three.

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–Ian, ¿tienes pensado darle un bueno uso a ese cigarrillos? –le preguntó la pelirosa, llamando su atención.

Una sonrisa se escapó de los labios del castaño al escucharla, pero todo rastro de esta desapareció al verla. Traía unas ojeras oscuras y todo el brillo que alguna vez habitó en sus ojos, había desaparecido. Se veía fatal, parecía enferma, y solo ese pensamiento le estrujó el corazón a Ian. No le gustaba verla así, tan frágil e indefensa.

–Será todo tuyo solo si... –se detuvo por un momento, consiente de que no podía obligarla a subir con él– ¿Quieres subir?

–Claro, seguro extrañas tenerme cerca –bromeó la pelirosa con una sonrisa floja–. Échame una mano.

Un suspiro lleno de alivio se escurrió entre los labios de Ian. Hacía tres días que Alissa no subía con él, y era complicado entablar una  conversación con ella. Por alguna razón desconocida había estado distante, y aunque su cuerpo estuviese presente, su mente parecía estar en otro plano. Comprenderla era un poco exasperante para Ian

Una vez ayudó a su amiga a subir a la rama, está con gran equilibrio se las arregló para sentarse sobre la rama, de manera que su espalda quedará recostada del pecho de Ian. Él sonrió cuando el olor a fresa de su cabello se abrió paso por sus fosas nasales, era suave y hasta un poco dulce, se podría decir. No era algo que admitiría en voz alta, pero le encantaba terminar con la fragancia de Alissa en su ropa. La suavidad de esta le genera paz y le hacía creer que de alguna manera todo estaría bien.

–¿Podrías darme mi cigarrillo? –le preguntó ella en un tono bajo. Él depósito el cigarrillo sobre sus cabellos rosa y ella lo cogió– ¿No te cansas de esto, Ian?

–Sé más específica...

–De lo que sea que sea esto –ella suspira–, la monotonía, este círculo sin fin...

–Honestamente, no. Me gusta tu compañía, me hace una mejor persona.

–Eras buena persona antes de conocerme –cogió entre sus pequeñas manos una de las de Ian y sonrió–. Solo estás usándome para distraerte, y lo saben, Ian.

–¿Quieres ver algo, Alissa? –le preguntó él, en un vago intento de desviar la conversación de rumbo.

–Claro, muéstrame.

Ian subió con cuidado la manga izquierda de su abrigo, mostrándole el tatuaje que se había hecho unas semanas atrás. Había querido enseñárselo desde el mismo momento que se lo hizo, pero decidió esperar a que comenzara a curarse y lo rojizo abandonara su piel. Valió la pena la espera, se veía bastante bien.

Alissa dejó el cigarrillo sobre la rama y cogió el brazo de Ian entre sus delicadas manos. Con sutileza trazó los contornos del tatuaje, y no pudo evitar sonreír con ternura. Se había tatuado un árbol casi idéntico al que ocupaban en ese mismo instante, con la diferencia de que había decidido llenarlo de las hojas que ya no le crecía. Dentro del tronco había grabado el nombre de ella en letra cursiva y recostada del tronco había una pequeña cajetilla de cigarrillos. Era adorable, y era la única cosa tierna que habían hecho por ella.

Y solo Ian era capaz de hacer algo así por ella.

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