Amor, plata y estrellas

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-Emil, ¿estás bien? - la voz de su mejor amigo había entrado a su cabeza a despertarlo de su ensoñación, llevaba días así y Emil sabía que estaba comenzando a despertar la preocupación en sus amigos, o al menos en la mayoría.

-Sí, solo tengo mucho sueño – la quinta mentira de aquella semana, no le daba orgullo mentirle a sus amigos pero, en este caso, era mucho mejor que pararse a dar explicaciones; tal vez ellos lo entendería, tal vez no, lo único que Emil sabia era que la única persona con la que anhelaba hablar era Elyon y, para su suerte, era la que recientemente nunca estaba en la cena comiendo esos pasteles raros que a ella le encantaban, la que no se reía o lo miraba en clase o llenaba los pasillos con esa risa tan caótica y bella que ella obsequiaba al mundo.

La que llevaba robándole el aliento tanto tiempo atrás y nunca sacaba el valor para confesarlo.

- ¿Seguro que solo es eso? Te ves pálido, Emil – incluso Gianna ya no comía en la mesa de Ravenclaw con tal de verificar la salud de Emil, odiaba preocuparlos y le pondría fin a este martirio si tan solo pudiese encontrar a Elyon.

-Siempre se ve pálido, eso no es un síntoma – Gavril pareció leer sus intenciones y aquella verdad escrita en sus ojos y lo miro cómplice – te veo en la sala común.

-Claro, adiós- Mila y Gianna le sonrieron y él procedió a levantarse de la mesa y salir del salón.

Al dar vuelta en el primer corredor se dio cuenta de que, igual que siempre, sabia a donde quería llegar, pero no el camino; nadie era consciente del paradero de Elyon y a veces aparecía en lugares muy extraños, o al menos eso le decía Mila quien era la única que al menos tenía la oportunidad de verla un poco ya que compartían el cuarto.

Emil entonces recordó aquello que todo el año lo había perseguido, aquella palabra que aparecía por todos lados y ese comentario que parecía que todos se habían coordinado para que él escuchara: confía en el destino.

Destino.

No muy convencido, pero sin otra opción, decidió por primera vez caminar sin rumbo, tal vez aquella cosa que él no comprendía conseguía al fin hacer algo bueno por él y guiarlo hasta Elyon.

Vio el sol extinguirse entre las montañas y la luna nacer desde las nubes del otro extremo del panorama y aún no daba con nada, había recorrido casi todo el castillo a excepción de los invernaderos y el puente de piedra; decantando por dirigirse a este último como final del recorrido.

Si aquello no resultaba se iría a su sala común, estaba a unos minutos de que los prefectos comenzarán sus rondas y pudieran sancionarlo por encontrarse fuera de Hufflepuff y lo que menos quería era quitarle más puntos a su casa.

Al llegar al puente Emil la vio; estaba recargada en la barandilla con las mangas del uniforme remangadas, su cabello estaba agarrado, pero aun así brillaba bajo la luna igual que la piel de su rostro, para tristeza de Emil lucia inexpresiva.

-Ely...

Cuando la voz de Emil termino de salir de su boca vio a Elyon respingar y voltearlo a ver, sus ojos lucían perplejos y tenía una cara que Emil no podía describir, era como si hubiera visto un dementor.

-Hola Emil- pareció relajarse tras aquello, eso fue una señal para el de avanzar hacia ella- ¿Qué haces por aquí?

-Si te soy sincero no tengo idea – Emil percibió la pequeña risa suave que ella soltó y eso lo contagio de soltar una también- supongo que algo me guío aquí.

En ese momento ella dejo de verlo y volvió a centrar su mirada en el cielo lleno de estrellas como lo había hecho antes de que Emil apareciera.

-Si me preguntas este es el peor lugar para estar, casi siempre la gente perdida llega aquí- Emil se sintió atraído a acercarse más a ella y la imitó remangando su uniforme y acompañándola en la baranda; fue hasta entonces ella lo volvió a ver a los ojos- aunque tu no pareces estar perdido.

Hechiceros de sol y lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora