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chapter x. ( the lightning thief ) ❝ the fall ❞
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RECORDABA HABER OÍDO EN ALGUNA PARTE que golpear el agua desde una gran distancia es como golpear el cemento. Pero cuando Percy y yo llegamos, todo lo que sentí fue un frío helado. Decir que el agua del río Mississipi sólo salpicó cuando nos hundimos es quedarse corta. Creamos una pequeña ola que se estrelló contra las orillas y arrojó basura a la arena.
No sentí ningún dolor. Tal vez fue por el susto o que el frío lo disimuló. Quizás estaba demasiado concentrada en el horrible olor que llenaba mi nariz o en el agua sucia que se me metía en la boca.
Me seguía aferrando a Percy con fuerza mientras nos dirigíamos lentamente hacia el fondo del río. Me negué a abrir los ojos, ya que no creía que fuera bueno para mi salud si lo hacía. Ya tenía agua sucia y horrible en mi boca, no quería arruinar mi cuerpo aún más.
Pero fue entonces cuando noté que no me dolía el cuerpo y que no me quemaba el hombro. Ya no podía sentir el veneno nadando por mis venas. Abrí los ojos y no sentí el agua correr hacia ellos. De hecho, estaba completamente seca. A mi alrededor, había una burbuja lo suficientemente grande como para que Percy y yo pudiéramos estar dentro. Respiré hondo y casi me asusté. Podía respirar. No lo entendí, podía respirar bajo el agua.
Miré a Percy. Debió hacerlo él. Debieron ser sus poderes los que me mantuvieron a salvo junto con él. Capté sus ojos verde mar y me di cuenta de que todavía lo estaba sujetando. En un instante, me aparté. La burbuja se rompió y el agua se precipitó hacia mí. Me picaron los ojos y pronto se me empapó la ropa.
Rápidamente comencé a patear mis piernas y a empujarme hacia la superficie. Cuando pensé que me estallarían los pulmones, resurgí, jadeando.
Miré alrededor. El puente estaba a unos metros de distancia, y ningún mortal que pasaba por las calles a lo largo de la costa parecía notar una semidiosa empapada en el agua. Me sentí un poco mal al dejar a Percy solo en el agua turbia de abajo, pero él era el hijo de Poseidón y sentí que necesitaba estar solo en este momento.
Suspiré y comencé a hacer mi camino hacia la orilla, y cuando me acerqué, pude ver a Annabeth y Grover haciéndome señas. Cuando llegué, me ayudaron a salir. Annabeth me dio un abrazo y Grover dejó escapar un largo suspiro de alivio. Me aparté y miré al arco. Los helicópteros habían rodeado el edificio en llamas. Todos los vehículos de emergencia de San Luis lo rodeaban. Una gran multitud de espectadores se empujaba para ver qué estaba pasando. Tragué saliva. Esperaba que la familia y el guarda estuvieran bien.
—¡Qué ha pasado! —instó Annabeth—. Os dejamos solos un segundo ¡¿y ya os intentáis matar?!
Negué con la cabeza, sintiéndome repentinamente cansada.
