Duele

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Cada día que pasa siento que mi alma se rompe un poco más. Tú debías ser mi enemigo, yo juré llevarte hasta tu destrucción, ese era mi trabajo, ¿no?

Sin embargo, aquí estoy. Otro día más en la estúpida cafetería dónde vives, pidiendo otro maldito café mientras te miro atender al resto de clientes.

Me sirves el café sonriendo y siento cómo duele... El café amargo hace juego con nuestro futuro. No hay suficiente azúcar en este mundo que cambie el sabor de nuestro sino.

- ¿Qué sucede, Akechi? Te noto más callado de lo habitual - dijo Akira, con las gafas sutilmente empañadas por el valor que desprendía la cafetera.

- Nada... Pensaba en el trabajo, últimamente me está siendo algo difícil desconectar.

Después de estar ensimismado unos minutos, sentí cómo unos cálidos brazos me rodeaban por la espalda. Empecé a sentir el sabor del café aún más amargo.

- Te conozco lo suficiente como para saber que algo te preocupa, pero no tienes que contármelo si no quieres.

- Siempre tan agradable, ¿eh? - respondí con molestia.

Esa forma de ser tan amable y calmada es la que me había obligado a estar dónde me encontraba. Realmente odiaba con todo mi ser lo buena persona que era Akira.

Sonó su móvil y respondió, al parecer Sojiro había ido a hacer unos recados y se había hecho tarde, así que el chico tenía que cerrar. Me levanté dispuesto a marcharme después de dejar unas monedas sobre la barra.

- Como siempre, un café exquisito, muchas gracias, Kurusu.

El chico de pelo negro se metió en mi camino impidiendo que me fuera. Sus ojos mostraban preocupación mientras buscaba contacto visual conmigo. Intenté girar mi cara para evitarlo pero lo impidió con sus manos. Me obligó a mirarle directamente a los ojos... A esos preciosos ojos color azabache.

Duele.

- Tengo que irme, mañana tengo una reunión a primera hora - dije hasta que un beso interrumpió mis palabras.

- Quédate a dormir, mañana te haré tortitas para desayunar, ¿vale?

Y entonces sonrió. Esa maldita sonrisa.

- Debo irme - respondí aguantando las lágrimas.

- No te vayas, por favor, Goro.

Tiró suavemente de mi mano mostrándome el camino hacia el ático y, una vez allí, me guió hacia su cama. Quién diría que aquel sucio y austero cuartucho se convertiría en mi lugar favorito.

Sentí cómo sus manos recorrían mi cuerpo y el calor de su piel sobre la mía. Sin darme cuenta me encontraba completamente desnudo, otra vez, entre sus brazos, empapado en sudor y gimiendo su nombre.

- Akira...

[...]

Me encontraba tirado en la cama, aún recobrando la respiración, cuando rompí a llorar. Kurusu me abrazó instantáneamente, besó suavemente mi mejilla y permaneció allí durante unos minutos sin decir nada hasta que vio que mi llanto se calmó un poco.

- ¿Necesitas hablar? - su voz sonaba relajada y eso me molestó, así que me zafé de sus brazos y me senté en el borde de la cama.

- ¿Goro? - preguntó incorporándose lentamente.

- ¿Por qué siempre tienes que ser así? Ya no aguanto más tu continuo buen humor y la cara de pena con la que me miras...

- ¿Qué te pasa ahora? No estoy siempre de buen humor y mucho menos te miro con pena, ¿me quieres explicar qué te ha pasado hoy?

From Enemies To LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora