Capítulo 7: Desconfianza

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El tiempo transcurrió y el sonido del reloj comenzó a desquiciarlo, ¿Por qué el tiempo avanzaba tan lento? Se preguntó el moreno irritado y sofocado. Tomó su móvil, observando que este marcaba las cinco y treinta de la mañana y, no dispuesto a quedarse un solo minuto más en ese lugar, se incorporó del sofá, saliendo de la habitación no sin antes haber cogido un poco de ropa, cambiándose en el otro baño para no despertar a su amiga. Una vez listo, decidió dirigirse a la cocina y prepararse un café, esperando absurdamente que este le despejara un poco la mente. Al llegar, buscó entre la alacena el bote de aluminio donde se encontraba el café, llenó el depósito de agua de la cafetera, vertió los granos molidos y esperó. Sentado junto a la barra, Harry apartó sus lentes y talló sus ojos con pesar, agotado por esa noche larga, intentando buscarle una tercera cara a esa moneda, desesperado por encontrar otra explicación que lo ayudara a comprender qué estaba pasando.

—No puedo hacer esto solo. —Murmuró para sí mismo, comenzando a sentir jaqueca; sin embargo, el ruido en las escaleras lo alertó, viendo con sorpresa como una pequeña castaña ingresaba al lugar al tiempo que tallaba sus ojitos con uno de sus puños, mientras que en la otra mano sostenía su peluche de hipogrifo.

—Papi... —Murmuró con cansancio la niña, acercándose a su padre.

—Buenos días, Jean. —Saludó Harry, tomándola de los brazos para sentarla sobre la barra junto a él. —¿Qué haces despierta tan temprano cariño? —Quiso saber, depositando un tierno beso sobre su frente.

—No puedo dormir. —Respondió, refugiándose esta vez en el pecho de su padre; el moreno sonrió con ternura y la rodeó con sus brazos.

—¿Tuviste una pesadilla? —La menor negó.

—Hay un monstruo en nuestra habitación. —Confesó preocupada, Harry la apartó desconcertado. —Anoche, Lily me dejó sola... —Comenzó al ver la confusión de su padre, quien supuso de inmediato en dónde estaba su hija. —Y lo vi por la ventana. —Contaba temerosa. —Quise esconderme entre las cobijas, pero el ruido me decía que él seguía ahí, ¿Crees que se quiera comer mi cabeza? —Inquirió preocupada, ganándose una mirada tierna y divertida de parte de su progenitor.

—Nadie se comerá tu cabeza cielo. —Le explicó paciente, sonriéndole. —Quizás fue el viento quien movió alguna rama del árbol lo que no te dejó dormir. —Sugirió, viendo como su hija fruncía el ceño al tiempo que se llevaba un dedo a su barbilla pensativa, considerando que podía ser una posibilidad. —La próxima vez que lo escuches, puedes venir a decirme y yo me encargaré. —Le aseguró, sonriendo al verla asentir más tranquila, depositando un suave beso sobre su mejilla. Tan pronto la cafetera marcó una cantidad de agua razonable, Harry tomó una taza y se sirvió, no sin antes prepararle un poco de chocolate caliente a Jean, quien platicaba animadamente con él mientras preparaba el desayuno para todos.

—¿Cuál es tu color favorito? —Preguntó, viendo como su padre le daba vueltas a un panqué en la sartén. —Rojo.

—¡El mío también! —Soltó sorprendida por las cosas en común que tenía con su padre; Harry sonrió mientras abría la nevera y sacaba una caja de cartón con huevos.

—¿Por qué no me cuentas un poco más de ti? —Pidió, depositando el panqué listo sobre un plato. —¿Qué tal te llevas con tus hermanos? —Agregó, fingiendo estar concentrado en el desayuno, pero atento a la explicación y gestos de su hija.

—Bien. —Respondió con simpleza sin soltar su peluche, apartando un poco de su enmarañado cabello de su rostro. —Cuando me visitan, Jamie me lee cuentos antes de dormir y Lily me prepara el desayuno. —Añadió al tiempo que columpiaba sus piecitos que colgaban sobre la barra.

RegresiónWhere stories live. Discover now