Capítulo 1

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Las cosas nunca han sido fáciles para mí, y menos si tienes incapacidad verbal, lo cual es una porquería cuando de intentar llevar una vida relativamente normal se trata. Con quienes puedo dialogar a parte de mis padres y hermana, es con mi mejor y único amigo, Cody.

Luego de que él, al verme tan solo en aquel parque, se acercara a mí como cualquier niño curioso y se dio cuenta de que no podía hablar, se dedicó a aprender mi lenguaje de señas para que pudiéramos ser amigos. Solo teníamos ocho años en ese entonces. Han pasado casi diez y todavía somos inseparables. No lo cambiaría por nada del mundo.

Tal vez se pregunten, ¿cómo lidias con eso en el instituto? Fácil, todo lo que requiera hablar en clase lo hago por escrito y sólo lo entrego al profesor. Eso me ha vuelto algo ermitaño, ya que no me esfuerzo por intentar acercarme a mis compañeros y ellos no intentan acercárseme. En eso se basa mi vida escolar. Mi madre intentó que pasara también esa etapa con clases particulares en casa, pero yo me negué rotundamente. No viviría mi adolescencia tan patéticamente y Cody siempre estaría conmigo.

Nuestro último año comenzaría mañana, así que Cody y yo decidimos vagar por allí unas horas, para relajarnos y conversar un poco. Terminamos comiendo pastel de chocolate en mi cafetería favorita de toda la vida. Rolles Coffie.

—Te lo digo, bro…—Con la punta de sus dedos se quitó el chocolate de la comisura de sus labios y se llevó estos a la boca antes de seguir hablando. —Espero que este sea un buen año. El anterior no fue muy genial que digamos.

Todo lo que pude hacer fue asentir con la cabeza mientras le daba un pequeño mordisco a mi trozo de pastel de chocolate doble.

El año anterior fue una porquería, con todas las letras y en mayúsculas. Transfirieron a un grupo de chicos que ahora son algo así como mejores amigos y se creen con muchos aires de grandeza, la profesora de Biología solo quería hacer exposiciones sobre todos los temas del libro, lo que significaba que tuve que pasar largas horas haciendo trabajos a mano, de los cuales mi mano todavía lo resiente un poco. Fue muy largo, a mi parecer. Pero mañana comenzaría uno nuevo, y el último también.

Verás que sí. —Dije en con mis manos rápidamente, para luego tomar mi taza de chocolate caliente y darle un breve sorbo a este, quemándome el paladar en el proceso. Estaba delicioso.

—Intentaré entrar al equipo este año. —Le mire alzando una ceja en escepticismo. —No me mires así, me aceptaran sí o sí.

Cody ha tenido una pequeña obsesión por entrar al equipo de futbol americano del instituto desde que estábamos en primer año. Hace la audición para entrar cada vez, pero siempre lo rechazan. No me atrevía a decirle nada sobre el asunto.

No es cómo que pudiera de todos modos.

Admiro tu capacidad para no rendirte. —Articulé con una sonrisa sincera en los labios. Porque era muy cierto, lo admiraba en eso.

—Imagínate la cantidad de chicas que andarán detrás de mí si logran aceptarme esta vez; me lloverían las opciones de con quién ir al baile.

Y allí se acababa mi admiración. Aunque admito que ya sabía la razón por la que mi amigo rubio siempre ha querido entrar el equipo. Era más que obvio.

—Y tal vez este año puedas intentar acercarte a McKallister. —Dijo casualmente, haciéndome casi escupir el chocolate caliente sobre él de la impresión. En vez de eso me atraganté mientras bebía y empecé a toser ruidosamente, llamando la atención de un par de personas en el café.

Un día cometí el gran error de contarle acerca de mi flechazo por Paulette McKallister, y cada cierto tiempo me molesta con ello. Una de esas veces es cada vez que la vemos en el instituto o casualmente por la calle. Fue la peor cosa que pude haber hecho.

Déjame en paz. —Pude hacer una vez que calmé la terrible tos y le di otro sorbo al chocolate para relajar mi garganta. Cody me dedicó una sonrisa socarrona por encima de su taza de café.

—Esta será tú última oportunidad de interactuar con ella. Pronto nos iremos a la universidad y lo más probable es que no volvamos a verla.

Sabía que lo decía de buena gana, pero escucharlo hacía que fuera más real. Le di una mala mirada, pero no intenté replicar, en cambio me centré en terminar mi pastel. Cody al parecer se dio de cuenta del repentino cambio, pero no dijo nada al respecto.

Lo antes dicho por mi amigo lo pensaba algunas veces en mis noches de insomnio. Y de verdad quería intentar ser al menos alguien cercano de Paulette McKallister, pero algo me lo impedía. Tal vez el miedo paralizante que he desarrollado con los años al no hablar con nadie más que no fuera mi familia y amigo tenía algo que ver. Miedo de que ella me rechace por mi simple incapacidad de comunicación. Aunque tenía la certeza de que ella no haría algo así, el temor sigue allí, latente. A veces me daban ganas de golpear mi cabeza contra la pared por ello, pero no podía hacer nada para cambiarlo.

¿Puedes Escucharme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora