Capítulo 6

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Mientras caminábamos a través de la costa, Cody saludó a un par de chicos y chicas con sonrisas y asentimientos de cabeza. A veces envidiaba la seguridad que mi mejor amigo poseía, pudiendo socializar sin ningún problema con demás personas del instituto, mientras que yo solo tenía a Cody como mejor y único amigo. Y aunque me era suficiente, es un poco deprimente el saber que yo nunca podré desenvolverme de la manera en la que él lo hace.

Estaba tan sumido en mi propia cabeza, que no me di de cuenta del rumbo que el rubio había tomado de forma totalmente discreta. Caminábamos directamente hacía Paulette McKallister, la cual bailaba animadamente con sus amigas muy cerca a la fogata. Su cabello castaño se balanceaba en su espalda con la brisa del mar y aunque no vestía de la misma forma provocativa como sus amigas, llevando ella solamente jeans ajustados, tenis y una chaqueta bastante colorida que le daba un toque adorable. Desde donde estábamos podía escuchar sus cantarinas carcajadas, las cuales hicieron que mi corazón bombeara un poco más rápido. En un momento sus amigas le dijeron algo para luego alejarse de la castaña, dejándola sola.
Le dediqué una mirada a mi amigo en la cual dejaba ver mi confusión ante lo que hacía. Me dedicó una mirada de reojo y pude ver un amago de sonrisa en sus labios.

—Tranquilo, bro. Solo te estoy dando un empujón.

Y la molestia ante la casi patada que me dio Cody, no fue nada en comparación de la vergüenza que me embargó cuando trastabillé con mis propios pies y caí de cara en la arena frente a Paulette. Escuché como soltó un grito ahogado debido a la impresión.

—¡Oh, por Dios! —Exclamó mientras lograba sentarme un momento en la arena para comprobar de forma discreta que nadie más estaba viendo tan vergonzosa escena, pero al parecer todos estaban en lo suyo. —¿Estás bien? —Un delicado toque en mi hombro hizo que me estremeciera cual adolescente de doce años. —Me has dado tremendo susto.

Mataré a Cody luego.

Lentamente me puse de pie mientras me sacudía la arena de mi ropa con las manos, seguía con la cabeza gacha, sin verla a los ojos en ningún momento. Podía sentir mis mejillas calientes y era muy probable que estuvieran más rojas que dos manzanas. ¿Por qué tenía que ser tan pálido?

—Oye, yo te conozco. —Aquello hizo que me tensara levemente y al fin alcé los ojos para mirar los suyos. —Eres el chico de la cafetería. —Y dijo todo aquello con una tímida sonrisa pintada en el rostro.

¿Puedes Escucharme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora