menos cero grados.

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19 de diciembre, a las siete de la tarde, ya había oscurecido por Madrid, las bonitas y luminosas luces resaltaban por toda la ciudad.
Adoraba pasear sola por el centro de Madrid, más en estas épocas del año, mi época favorita, la navidad.

Me quedé contemplando el árbol gigante de luces que puso el alcalde en medio de la plaza, mientras se escuchaban las risas de los niños y las voces de la gente riendo y conversando entre si.

Saqué mi teléfono y me hice una foto con el árbol gigante, pero no me gustó como salió la foto y creo que se pudo notar en mi cara y en como me ponía de puntillas intentando sacar la parte más alta del árbol, ya que se me acercó un chico joven, posiblemente de mi misma edad o quizás unos años más mayor. Tenía los ojos marrones y grandes que combinaban perfectamente con esa sonrisa amplia que transmitía tanta  tranquilidad.

 Tenía los ojos marrones y grandes que combinaban perfectamente con esa sonrisa amplia que transmitía tanta  tranquilidad

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Sonrió ya cuando me tenía cerca y me preguntó:

-¿Necesitas que te haga la foto?
Lo miré de arriba abajo, fijándome más en aquel perrito de la raza pug que llevaba atado con una correa amarillo pastel.

-Por dios me salvas la vida- me reí- ¿Podrías sacarme de cuerpo entero?

Le pregunté dándole el teléfono para que me hiciera la foto. El asintió y me sacó unas cuantas fotos.

-Toma, aquí lo tienes ¿Te gustan? ¿Necesitas que te haga otras? -Me tendió su mano con el teléfono.

-No, para nada, están perfectas muchísimas gracias. -Le respondí mientras notaba como algo intentaba subirse a mis piernas, era obviamente su perrito pequeño.

-Vamos Simba- Le tiró con la cuerda.

-Es muy bonito -Sonreí acariciándolo- Un placer y gracias por las fotos.

Me sonrió, se colocó su gorro de lana y los dos, el y el perro, se fueron paseando.

No lo volví a ver más, hasta el 3 de enero, cuando otra vez coincidimos, pero no en el mismo lugar.

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