Parte 33

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Leonardo estaba en su apartamento con los audífonos puestos y conectados al televisor encendido. Estaba tumbado en su sofá, una atmosfera de nicotina y humo inundaban la habitación, un gato perezoso y bastante gordo se encontraba dormido en otro sofá y las persianas de la ventana estaban cuidadosamente cerradas. Miraba una película xxx, en ella una de sus actrices porno favoritas era la protagonista; mientras Leonardo miraba la película con los ojos desorbitados, como era natural, fantaseaba estar allí con esa mujer. A todo volumen oía sus gemidos de placer y de dolor, mientras era salvajemente penetrada por dos musculosos especímenes machos. Mientras la secuencia de la copula salvaje llegaba a su clímax, llegaron otros dos protagonistas y luego otro y otro y entre toda este multitud de lujuriosos descontrolados, la despedazaban el sexo y le rociaban todo su esperma, en la cara, los muslos, el vientre y los pechos.

Leonardo con el corazón latiéndole a más de mil por ahora, sólo se limitaba a mirar y mirar, sintió un cosquilleo debajo de los pantalones. Absorto en esa espiral de lujuria, no se había dado cuenta que su celular, estaba sonando y vibrando encima de una de sus mesas. La película seguía su curso, el celular seguía sonando, hasta que este cayó al suelo a causa de su vibrador. Sin ni siquiera haberse dado cuenta de que su celular estaba tirado en la alfombra, Leonardo dio vuelta su cuello y entonces miro el aparato en el suelo a varios pasos de distancia de donde se encontraba. Se levantó y camino hasta su celular que enloquecido, seguía timbrando y vibrando en el suelo. Leonardo simplemente se agacho para mirar por la pantalla quien era el que estaba llamando.

Para su sorpresa en la pantalla vio el nombre: "Svieta"

El número de Svieta, lo había conseguido a duras penas por medio de una de sus excompañeras de trabajo de la editorial, y con sinuosos pretextos por supuesto.

Apresuradamente cogió su celular del suelo y al mismo tiempo apretó el botón para recibir la llamada, pero como aun tenia los audífonos puestos, estos se desprendieron del televisor por el forcejeo, y por toda la habitación y a todo volumen se escuchaban gemidos y gritos de placer. Leonardo, trato de apagar el televisor, pero el control remoto estaba más lejos que donde se encontraba ahora, los gemidos y gritos continuaban...

¡Haaa...si! ¡Si! ¡Si! ¡Dame!! Mas... mas!!! Ahhhhh!!

Leonardo enloqueció, la llamada estaba activada, el volumen tan fuerte que hasta la avenida podría escucharse todo, el control remoto por ningún lado, corrió hacia su televisor y desconecto el cable del enchufe al instante. La llamada seguía pendiente.

-Ho...hola...- dijo con una voz temblorosa y con un sudor frio recorriéndole la espalda.

-Hola, noto que te estabas divirtiendo- le contesto Svieta, con la voz algo gangosa.

-¡No! Bueno no es que lo que piensas, es... -Trato de excusarse Leonardo.

-Claro, claro como lo va hacer... en fin necesito que me hagas algo por mí. Necesito que me hagas un favor grande.

Leonardo se incorporó del suelo, recupero el aliento y luego intento procesar lo que estaba pasando, se quedó en silencio un instante. Mientras tanto recordó que Svieta aun trabajaba en las oficinas de la revista "Mundo Real" que estaba a cargo del editor y jefe Marcelo Ríos, un hijo de puta que lo había despedido por no tener material que sea "apto para le revista" ¡Hijo de puta!

La razón fue, que Leonardo solía escribir algunos artículos de ocultismo, paranormalismo, esoterismo, brujería y demás casposidades para la revista, si bien a un principio pareció tener la aprobación de los editores para publicar sus artículos, sucedió que conoció a Svieta, la cual con el tiempo llego a ridiculizar su trabajo, de tal forma que indirectamente hicieron que don Marcelo, tomara desde entonces un punto de vista hipercrítico al respecto, que termino por despedirlo, y decirle que sus escritos no eran ya aptos para la revista. Lo raro es que desde ese instante que la conoció llego a interesarse por ella y se enamoró perdidamente a primera vista o eso creía.

Cuando Leonardo no pudo escribir más para la revista decidió cortejar a Svieta, pero esta le evitada tildándolo entre sus colegas como un perdedor, y aun así, sin ninguna razón aparente de por medio, él seguía prendado de ella de todos modos. Inexplicablemente aquella mujer le fascinaba, en cierta ocasión razono que sus intenciones y emociones se debía a que Svieta tenía un gran parecido (por no decir que era una doble) de su actriz porno favorita. Por un tiempo le perturbaron esos pensamientos.

Leonardo tomo una gran bocanada de aire, si es que habría algo de eso en su habitación.

-¿Cómo es que Pudiste contactarme...?- Comenzó diciendo nuevamente Leonardo.

- Tu número lo tienes en tu página de Facebook, y bueno... así que decidí llamarte porque necesito que me ayudes.- Le respondió inmediatamente Svieta.

-¿Qué te ayude? recuerdas la última vez que nos vimos. Y lo que dijiste de a mi artículo sobre hombres lobo.

Silencio del otro lado de la línea.

-Está bien, lamento molestarte, pero gracias de todos modos...

-¡Esperaaa! No te dije que no te ayudaría... si lo hare dime que sucede.

-¡Qué bien! Bueno precisamente tengo algunas cosas que deberías ver y son, esta demás decir escalofriantes.

-Claro – Leonardo no podía creerlo su corazón le palpitaba de alegría. El amor es bruto ¿no?- Dime donde podemos encontrarnos...

-Qué te parece si nos vemos mañana en el bar "El Duende" a las ocho pm.

-Está bien allí estaré.

-Ok. Allí te lo explicare todo.

-Si por supuesto, estaré puntual.

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