Capítulo 5

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«A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad»

Antonio Porchia.

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Amelia

—Levántate de una vez niño —le quito las cobijas a Antoine y se levanta asustado—. Te espero en la sala de entrenamiento.

Su rostro es muy pálido.

«Parece un muerto»

—Son las cuatro de la mañana... —dice somnoliento mirando el reloj—. ¿Sala de entrenamiento?

—¿Qué pasa que esa sea la hora? —lo miro por unos momentos y se levanta rápido hacia el baño—. La sala en la que hemos estado todos los días, queda al lado de la sala de control, rápido.

Se supone que Jake le mostró toda la casa, bueno, una parte; pero creo que lo hizo mal. Aunque dos idiotas juntos no es muy buena idea, la próxima le diré a Cely que lo ayude en lo que necesite.

Me dirijo a la sala y lo espero con los brazos cruzados en medio del lugar.

La sala se encuentra en completo silencio, es bastante grande y muy cómoda. Tiene algunas máquinas de gimnasio y un pequeño suelo especial en medio de color azul para poder entrenar, las paredes blancas del lugar hacen que resalten varias cosas.

Le dimos su propia habitación al niño pero aún así lo encerramos para que no intente nada. Las autoridades lo buscan desesperadamente; lo que más me sorprende es que su padre no ha aparecido por ningún lado.

¿Sabrá que fuimos nosotros?

«La verdad lo dudo»

Aunque hay probabilidades de que sepa que somos nosotros.

Antoine llega frotándose los ojos y es muy extraño verlo con ropa de Jake.

Un poco gracioso tal vez.

—Todas las mañanas a esta hora tienes que estar aquí. Empezarás un entrenamiento conmigo —asiente confundido—. Pero no le dirás a nadie de los que están en este lugar, será nuestro pequeño secreto.

—¿Por qu...

—Nunca cuestiones cuando te diga algo ¿Entendido? —lo interrumpo y le hago una seña para que se acerque.

Cuando está un poco más cerca golpeó su rostro y él cae al piso.

—¡Auch! ¿Qué te pas... —intento darle una patada y está vez si la esquiva.

Muy bien.

—Me di cuenta que tienes unos reflejos... Horribles —doy algunos pasos hacia atrás cuando empieza a levantarse del suelo—. ¿Tu crees que cuando estés luchando, la otra persona se tomará el tiempo de avisarte que te golpeará?

—No, pero...

—No importa si es un entrenamiento... ¿Alguna vez te has defendido en tu maldita vida?

RÉALITÉ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora