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—Estos zapatos son tan distinguidos e imprescindibles. Me aportarían mucha severidad y glamour. Se acoplarían adecuadamente a mi persona. —Era la tercera vez que Volker se alejaba de Nita para apreciar esos zapatos que se le eran negados. En una de las esquinas de la tienda, el morocho se ocultaba de su ama, mientras sostenía esos calzados entre sus manos continuaba alagando esos magníficos Derby. —Los llevaría conmigo, pero primero debo persuadir a Nita.

—Supongo que debemos llevarlos —La voz de Nita se escuchaba desganada, volver a ese sitio por tercera vez sólo significaba una cosa, que Volker seguiría volviendo hasta conseguir lo que deseaba y ese par de zapatos se convirtieron en la manzana de Adán en cuanto el morocho los vio. —Pero será la única cosa de ese estilo que llevarás. Debes recordar que estás aparentando ser un joven de dieciocho años y aunque algunos chicos usan de ellos al salir, no es la clase de atuendo que diariamente llevarían.

—Prometo que usaré lo que usted compre para mí —sonrió con picardía Volker, por haber conseguido lo que quería— ¿Debería usar a Barend como referencia?

—Absolutamente no... —Tomando los zapatos y llevándolos a pagar, el precio de ellos, la sorprendió— ¡¿Cuatro mil?! ¡¿Esto es lo que valen?! Debes estar agradecido de que no iremos a la bancarrota por ellos, porque sino... papá nos mataría.


Después de haber salido de la tienda, recorrieron el shopping por unas dos horas más, llevando consigo varias prendas, calzados y uno de aquellos libros a petición de Volker. Necesitaba saber más sobre el mundo de los mortales y Nita se aseguró que tomara los más certeros.

Decidieron ir por algo de almorzar y ya que había un McDonald's, optaron por comer unas hamburguesas. La fila era larga, así que tenían como quince minutos de espera.

Nita le sugirió a Volker que usara ese tiempo para leer un poco de los libros que compraron. Eligieron algunas variedades de fantasía, horror, terror, romance y policiales.

Volker tomó uno de esos pequeños libros que poseían una mínima cantidad de hojas, como si no fuera a suceder algo interesante en él, pero su sorpresa fue grande al comenzar a leerlo, sólo llevaba tres páginas leídas y la historia lo atrapó de inmediato.

Con duda, preguntó —¿Es acaso posible que existiera un planeta que fuera del tamaño de una casa? Pobre del niño de cabellos rubios, tener que vivir en un lugar así. — Acomodó sus muy peculiares lentes de lectura y sujetó su barbilla con dos de sus dedos, mientras la intriga lo consumía. — Nita, ¿podríamos ayudar al niño de cabellos rubios? ¿Estará lejos de aquí?

Los cuestionamientos que se hacía Volker, le resultaban tiernos y un poco inocentes, a la vista de Nita. Sabía que Volker antes de ser condenado como demonio fue, según lo que su padre le contó antes de que empezara el colegio, un hombre muy sabio e inteligente, que incluso podría haber sido tan famoso como lo fue Albert Einstein. Ciertos infortunios de la vida, causaron que Volker al morir, fuera condenado a llevar esa maldita vida como demonio. Pero a consecuencia o ¿quién sabe? Tal vez fue para su bien, extirparon sus recuerdos, sólo quedaban pequeños fragmentos que le permitían ser él, a pesar de todo. 

Por eso es que Nita lo veía como si fuera un niño que recién daba sus primeros pasos. Le sonrió con dulzura y a continuación, le explicó — Eso no será posible, verás... ésto no es algo que pasó de verdad. El Principito es producto de la imaginación de este escritor, que por cierto es uno de los grandes libros del mundo. Si continúas leyendo, podrás encontrar maravillas en él.

—¡¿Por qué este mortal haría eso?! ¡¿Cuál es el sentido de mentir e inventar todo ésto?! —comentó molesto, Volker, al saber que lo que leía no era real. Una fantasía, una mentira. Él quería saber sobre el mundo real, no sobre la imaginación de un elocuente.

—No lo sé muy bien, viví toda mi vida con papá en el inframundo. Medusa cada vez que podía bajar, llevaba ese libro consigo, ya que era su favorito. Y me dijo que si quería uno, podría comprarlo cuando viniera aquí... —tomó un respiro y recordó esas palabras que le dijo Medusa, las cuales repitió. — "Los humanos suelen hartarse de la realidad, la imaginación fue creada para que seamos optimistas y que queramos seguir con la vida que se nos fue dada. Algunos no son capaces de soportarla o aceptarla y es cuando crean otros universos. Serían como los dioses de sus propias creaciones. Creo que, así como yo me cansé de vivir en el inframundo, los humanos se cansan de vivir aquí."

—Entonces es una buena mentira. —le sonrió Volker, quien tomó uno de los mechones de Nita y lo colocó detrás de su oreja.

—¡Ah! —se escuchó un suspiro — ¿No son adorables? Diciendo que no son novios, pero demostrando lo contrario aquí. — La voz gruesa de Barend, les causó escalofríos al escucharla de repente. No podía verse con exactitud la clase de mirada que les daba, ya que llevaba puesto esos lentes de Sol, oscuros, pero la expresión de su boca, lo decía todo. La arrogancia denotaba en esa sonrisa de lado, mostrando parte de sus caninos.

—¿Adorables? Más bien, espeluznantes —esa voz, fina y chillona, no podía ser de nadie más que de Munia. Quien llevaba un pequeño vestido al cuerpo, bastante maquillaje para resaltar sus ojos y labios, y mucha joyería. Quien además, sostenía en sus manos, su celular. —Esto tiene que ir a mis redes sociales, hashtag pedófilo raro y hashtag pequeña niña sin buen sentido de la moda. Tal vez, es muy largo —esplotó el "chicle" que mascaba — Pero servirá. A mis seguidores y al resto de la clase, les fascinará ver con qué clase de personas conviviremos.

—Ahora que lo dices, cariño. —comentó Barend acercándose a Volker y Nita — No tenía idea de que vistieras como un abuelo, Volker. ¿Sabes Estamos acostumbrados a vernos con uniforme. Y por tu comportamiento, cualquiera diría que eras alguien de... deportes. Como yo, pero me desilusionas.

A Volker le hervía la sangre y sus ojos se estaban tornando rojos, no creyó que se encontraría a esos pequeños demonios en ese lugar. Aunque era algo tonto de pensar, ya que el shopping es un lugar donde van muchas personas. Pero le molestaba el simple hecho de verlos, quería sujetar a Barend y en especial a Munia, y mostrarles, a través de sus ojos, lo que es el verdadero infierno, no los quería vivos. Porque la última vez que los vio, nada resultó bien para él y Nita. Y aunque el enojo le podía, no quería volverse loco de nuevo, como ese día.

Metido en sus pensamientos para poder calmarse, se dio cuenta que no le servirían de nada, ya que los otros dos adolescentes no dejaban de parlotear tonterías hacia ellos.

—Yo no estoy desilusionada para nada, justo así me imaginaba a Nita. Unas bailarinas, una remera a rayas y su overol. Lo único que podría salvarla es su cabello con puntas azules. —enumeró Munia, cada cosa que le desagradaba de la morocha, mientras seguía filmando — Pero seguirá siendo una pequeña, diminuta y sin buen gusto partícula.

—No es como si alguien hubiese pedido tu opinión, Munia. —comentó algo irritada Nita, quien se adelantó a sujetar la mano de Volker para que no causara una pelea de nuevo. — Sobre ir a vivir a mi casa, creo que lo mejor sería que opines de ello una vez que estés allí. Puedes publicarlo en tus redes también, si quieres, pero ahora estamos ocupados.

Así, sin darles tiempo a contraatacar, Nita se llevó a Volker de allí. Ya no importaba la comida, el apetito se le fue tan sólo escucharlos. Tal vez si le diera hambre, le diría a Antonio el cocinero que le preparase algo.






𝑫𝒆𝒔𝒄𝒆𝒏𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒅𝒆 𝑯𝒂𝒅𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora