CAPÍTULO I: Herencia

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LA DESAPARICIÓN DE REI AYANAMI

CAPÍTULO I

HERENCIA

1

Universidad de Tokyo

Sonaba el timbre. Era la señal de que las clases habían terminado por hoy. Los alumnos más impacientes salían raudos de las aulas, ansiosos por hincar el diente a la deliciosa comida que se servía en la cafetería de la universidad. Era mediodía y en el reloj tocaban las dos.

La época de exámenes estaba a la vuelta de la esquina. Las tardes se reservaban para el estudio y la mayoría de alumnos se quedaban en la biblioteca para estudiar en grupo; varios jóvenes corrían por los pasillos de la segunda planta. Se dirigían a recoger los libros que habían reservado para llevárselos a su aula de estudio. Aunque la Todai, la Universidad de Tokyo, contaba con una de las bibliotecas más grandes del país, no tenía espacio suficiente para albergar a todos los alumnos. Es por eso que los conserjes se afanaban en habilitar las aulas para que los universitarios pudiesen utilizarlas como salas de estudio.

En uno de los grandes ventanales de la biblioteca, una joven observaba a través del cristal. Tenía la mirada fijada en los jardines que rodeaban el acceso a la Todai. Entre los árboles, junto a un cerezo centenario, un joven de pelo castaño yacía sentado con su espalda recostada contra el tronco de éste. En sus manos portaba un libro, tal vez una novela. Era un joven solitario, siempre apagado y distanciado del grupo. La joven suspiró. Le conocía. Le conocían todos. Era un alumno brillante. Estaba en último curso de periodismo, aunque su verdadera pasión era la escritura. Los periódicos locales se lo rifaban. Había hecho un trabajo de investigación sobre uno de los mayores casos de corrupción de Tokyo que lo había catapultado en las rotativas de los principales diarios nacionales. Sin embargo, había declinado todas las ofertas de trabajo. Seguía publicando sus noticias en el periódico de la universidad, manteniendo su perfil bajo; una vez más, la joven suspiró. A su espalda, varios compañeros pasaron corriendo.

Cerca del joven, a unos quince pasos, un hombre se acercaba lentamente hacia él. Portaba una larga gabardina canela, y un sombrero fedora. El hombre extendió la mano hacia el chico y éste se incorporó del suelo para estrechársela y saludarle. Ahora sentía curiosidad por saber quién era. Le resultaba familiar.

- ¿Es usted Shinji? ¿Shinji Ikari, verdad? – dijo el hombre al tiempo que se retiraba su sombrero y dejaba al descubierto su cabello cano.

- Sí señor, yo mismo – le dijo el joven agachando su cabeza en señal de respeto.

- Encantado, me llamo Kozo Fuyutsuki.

Shinji se mostró sorprendido. Sabía quién era ese hombre. Aunque no lo hubiese visto nunca, había oído hablar de él.

- Le conozco. Fue usted profesor de mi madre en la universidad.

- Así es. En esta misma – dijo señalando hacia la fachada con su sombrero en la mano derecha – mucho antes incluso de que tu tan si quiera fueses un proyecto en su vida. Pero le cambiaste los planes.

El joven agachó la cabeza. Su madre estaba muerta. Habían pasado más de quince años desde que ocurriese aquella terrible tragedia en la que perdió la vida. Todo sucedió muy rápido y los hechos nunca llegaron a esclarecerse del todo. Pero ya era una página olvidada en el pasado. Un accidente laboral más entre los cientos de miles que ocurrían año tras año alrededor del mundo. Sin embargo, para Shinji, fue un accidente que desencadenó una espiral de desdicha en su vida. Una espiral que lo arrastró lejos de la única familia que le quedaba, su padre: Gendoh Ikari; Fuyutsuki notó la tristeza en los ojos del chico.

EVANGELION: La desaparición de Rei AyanamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora