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Adelante, atrás, adelante, atrás...

Balanceo mis pies, que sólo rozan el suelo.

Adelante, atrás, adelante, atrás...

Acaricio con mi mano la suave tela del sillón. Es muy elegante. Supongo que la sala completa debe ser mejor, pero yo no lo averiguo. Y tampoco me importa.

No levantaré la vista.

Sólo lo hice en una ocasión, después de que salió mi nombre y subiera al escenario. Mis ojos encontraron los de mi padre, lo cual me sorprendió mucho por la cantidad de gente que habia frente al Palacio de Justicia, pero lo único que encontré en ellos fue dolor, dolor puro. Mi madre estaba a su lado, lo cual no ayudó nada. Y cuando vi a mis hermanos abrazados en sus piernas, no lo soporte y baje la mirada.

El borde de mi vestido es lo único que ví desde entonces.

Se abre la puerta y siento unos brazos a mi alrededor.

Es mamá. Huele a canela y bosque.

Sobre su esbelto hombro, puedo ver a mi padre junto a la puerta, mirándonos.

Unas manitas aparecen rodeando mis piernas.

Voy un pequeño brinco. Esto es demasiado...

Entonces alzo la vista.

Las ventanas son altas y están adornadas con una brillante tela roja. Las paredes están cubiertas de cuadros con paisajes deserticos y océanos infinitos.

Sin embargo, no me siento sorprendida.

Estoy segura que no era tan lujosa. Ellos tienen más.

Es una sala pequeña. Siempre tenemos lo pequeño.

Algo comienza a burbujear dentro de mí.

"Por Ellos estoy aqui. Ninguno me verá llorar..."

Mi madre no me ha soltado cuando un agente de la paz nos dice que el tiempo se acabo.

Mi padre se acerca por primera vez, con un paso tieso pero firme y me besa la frente. Un calor invade todo mi cuerpo.

—Te amamos más de lo que cualquiera puede amar, mi niña. Mi pequeñita. Rue.

En un segundo, se arroja contra el agente de la paz.

Patito | THG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora