- Ding dong... - toqué el timbre cuando llegué a casa de Albert. Su madre abrió la puerta saludándome con una sonrisa en la cara.
- ¡Hola Theo! Pasa, Alba está en el jardín esperando, Albert está comprando lo que le faltaba -me comentó.
Después de eso me dirigí hacia el jardín trasero. Alba estaba sentada en la mesa observando las peculiares servilletas de lunares.
Llevaba un mono corto que le quedaba muy bien, yo me había arreglado un poco más de lo normal pero acerté porque no fui el único. Empezamos a hablar sobre cómo había ido el día y como Albert se había esforzado tanto en esta cena.
- ¿Sabes qué? todavía me duele la cabeza por los choques de ayer -dijo tocándose la frente y haciendo un gesto de dolor.
- Eso se arregla fácilmente...
Cuando dije eso me acerqué a ella y le di un beso en la frente para que se le fuera el dolor. Cuando yo era pequeño y me daba algún golpe, mi madre siempre me daba un beso para que dejase de dolerme, y la verdad es que ese dolor desaparecía, ya fuera porque los besos curan o simplemente porque era mi madre y me hacía sentir bien.
Por la cara que Alba tenía de sorpresa, supuse que no esperaba que fuera a hacer aquello.
- ¿Interrumpo algo? –dijo Albert mientras nos observaba desde la puerta de la cocina.
- No, claro que no -dije mientras lo miraba.
Nos dirigimos hacia la cocina para hacer la cena, Albert se había empeñado en que el lo hacia todo y mientras Alba y yo lo observábamos y nos reímos.
Cuando terminamos de cenar decidimos ver una película y después Albert nos insistió en que nos quedáramos a dormir. Nos dejó unos pijamas a Alba y a mi ya que no nos los habíamos traído, y preparamos unos sacos de dormir en el jardín.
A mitad de la noche me levanté porque escuché jaleo al lado mia.
- Un bicho estaba subiendo por mi mano y me dan mucho asco –dijo Alba –perdón por el jaleo, pero quitadlo de ahí por favor o no podré dormir en toda la noche –nos pidió un tanto alterada.
Como Albert estaba aplastado por Alba me levanté para quitar el gusano, no tenía nada a mano así que me quité la camiseta del pijama y envolví al gusano para llevarlo fuera del jardín.
- Solo es un gusano Alba –dije con un tono calmado –no te va a hacer daño.
Al volverme hacia ellos, noté que Alba estaba mirando fijamente mi torso desnudo. De primeras no sabía qué pensar, pero luego miré hacia abajo y vi que ella estaba mirando mi cicatriz.
Iba a decir algo pero ella se adelantó.
- Oye, ¿y esa cicatriz? -me preguntó con curiosidad .
- Me la hice de pequeño cuando un día Albert y yo estábamos jugando en la casa del árbol que tenía en su jardín... -le conté toda la historia sobre ello, la verdad es que me sentí raro y a la vez cómodo al contarle todo eso, siempre he sido una persona muy reservada y pocas personas lo sabían, pero hablar con ella era tan fácil... como si de verdad me entendiera.
A partir de ese momento sentí algo especial, haciéndome estar confuso ante mis sentimientos hacia ella y en lo que me quedé pensando mucho tiempo...
Me quedé dormido después de todo lo que había ocurrido, sentía como que me había quitado un peso de encima por contarle todo aquello a una persona que no fuera Albert o mi familia. Me desperté silenciosamente y al abrir los ojos me preocupé porque vi que Alba me miraba mientras se le caía una lágrima.
Pasaron unos días en los que apenas hablamos así que decidí escribirle para ver cómo iba y para ver si podíamos quedar.