❌ NO la necesito ❌

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Park Jihyo era una persona muy autosuficiente me dije aquella mañana al verme al espejo. Mientras estaba segura de que mis súbditos excesivamente dramáticos se reirían de eso. Yo podría sobrevivir con muy poco. Mi amado hijo, mi café, mi pueblo. Esta era la santa trinidad de mi existencia. Todas las demás cosas eran simplemente extras opcionales que hacían la vida más cómoda.

Entonces, si una Minatozaki Sana pensaba que ella era de alguna manera vital para mi existencia, estaba más que equivocada.

MUY equivocada.

Aprete los dientes mientras repasaba los documentos y trataba de enfocarme en el trabajo, molesta porque mis pensamientos habían cambiado a la falta de una chica que le había hablado de una manera que nadie más se había atrevido. De una manera que no le había permitido a nadie más.

Una tregua incómoda se había levantado entre ellas desde el día en que la chica en cuestión tuvo la temeridad de salir de mi habitación en una humillante explosión de sensualidad, indignación y silicona púrpura.

Mis mejillas todavía ardían al recordar lo que Sana había encontrado. Ni siquiera es que haya encontrado el tiempo para usar el maldito juguete. Es más, no podía recordar haberlo comprado.

Y si lo había comprado, no fue porque estuvo tristemente indispuesta después de una sesión de bebidas toda una noche cuando descubrí a mi mujeriego ex novio Donyoung con su secretaria, dos años atrás.

Mis labios se fruncieron ante el recuerdo. ¿Qué tiene si me desperté al día siguiente en la cama con una resaca palpitante y una variedad exótica de productos eróticos esparcidos por el algodón egipcio en mis sábanas? Pfft, ¿Quién no lo haría?

Sin embargo, todavía no había encontrado el uso para las esponjosas esposas rosadas, y me sentí aliviada de que Sana no hubiera vuelto a cavar en el cajón de los sucios secretos y hubiera desenterrado esas.

En serio, esa criatura me volvia loca. Por sexta vez en solo una hora mi mente regresó a la rubia. Y fue difícil no naufragar allí, por muchas razones muy impertinentes.

Oh, es que era una astuta, Minatozaki Sana. De alguna manera, ella siempre se las arreglo para tener un botón extra desabrochado, o para doblarse justo cuando ella (muy seguido) dejaba caer algo. No había sido difícil notar que la chica no había sido tan torpe en los 2 años que llevaba trabajando allí.

Así que me había visto sometida a una exhibición tentadora en la que podía mirar pero no tocar, incluso cuando mi mente reproducía vívidamente recuerdos de todas las bellas formas en que la había tocado antes.

Mis ojos se entrecerraban y se encontraban con falsos inocentes ojos marrones que la desafiaban a pedir más.

Al diablo, ella no lo haría. Ella no necesitaba a Minatozaki Sana. Y eso era un hecho. Yo sabía que podría sobrevivir a Sana indefinidamente en este pequeño juego.

Y si por la noche a veces sentía su ausencia alrededor de la casa, la risa, no solo de su asistente, sino de su hijo interactuando con ella, era solo porque las hormonas la hacían poner sentimental. Suspire al pensar en mi hijo. Ella podría no necesitar a Sana, pero mi bebé sí parecía hacerlo. Habían pasado apenas tres días desde que Haruto me arrinconó y exigió saber a dónde se había ido su divertida amiga.

— A veces las amistades no duran.— Le conteste en un susurro.

— ¡Oh Dios mío!— Haruto prácticamente había gritado y pisoteado en lo más parecido a una rabieta — ¡¿Que hiciste?!

El arte de la negación ; Sahyo - [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora