Capítulo IV: Bianca

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—Llegas tarde.

Bianca entró corriendo en el polideportivo y subió igual de rápido las escaleras que llevaban a la zona de arriba, donde se encontraban las dianas. Aun así, no consiguió llegar a tiempo.

Su entrenador Johnny se encontraba sentado en uno de los bancos que había para que la gente se sentara si estaba cansada o para dejar los protectores de brazos y dedos y las flechas.

—¿Por qué has tardado tanto? —el hombre no parecía muy contento.

—Nada, es que me he quedado dormida viendo un documental —dijo Bianca. Estaba algo avergonzada, y notó que se ponía algo roja. Odiaba cuando pasaba eso, ya que ella era muy pálida y en seguida se notaba si algo le daba vergüenza.

—Anda y ve a recoger tu arco. Ya sabes dónde está. —Le entregó unas llaves.

Bianca asintió, y volvió a bajar las escaleras. A la derecha había una puerta con cerradura que daba lugar al pequeño cuarto donde se guardaba todo lo relacionado con la arquería: protectores, cuerdas, carcajs, flechas de todos los tipos, tensadores y varios arcos. Había arcos más duros y más suaves, dependiendo de la fuerza que tuviera la persona que fuera a utilizarlo. De todas formas, ella era la única que practicaba requería.

Abrió con la llave la puerta y fue a buscar su arco. No tardó mucho tiempo en encontrarlo, ya que su color resaltaba bastante: el cuerpo era de un naranja casi fosforito y las palas blancas. No era demasiado bonito, pero le había cogido cariño.

También cogió su cuerda y un tensador, ya que la cuerda se tenía que poner en el momento en el que ibas a usar el arco, para evitar que se rompiera. Tomó además el carcaj azul marino (su favorito), un protector para los dedos de la mano derecha, ya que ella era diestra, para que no le dolieran al tensar la cuerda, y otro de plástico azul clarito para el brazo izquierdo, que era el que sujetaba el arco, para que, al lanzar la flecha, no chocara la cuerda con el antebrazo y le provocara moratones. No le hacía demasiada gracia tener que utilizar los protectores, pero Johnny le obligaba.

Por último, cogió las flechas que utilizaba con su arco. No eran como las que se ven en las pelis, con esa punta tan afilada. Eran como pequeños tubos negros acabados en punta (que no pinchaba) y con una especie de plumas amarillo y rosa fosforitos para que la flecha volara bien.

Así, volvió a cerrar la puerta con llave y subió las escaleras para encontrarse con su entrenador.

—Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer. Iré a correr un poco. Luego te veo —dijo Johnny, y se marchó.

Eso de que fuera su entrenador era muy relativo. Nunca le enseñaba técnicas y acababa desapareciendo de allí, con la excusa de que iba a hacer algo de deporte. Bianca sabía que no era verdad: se dedicaba a ir a comer dulces por ahí y a ligar con todas las mujeres guapas que encontraba.

Tampoco era que Bianca se pudiera quejar: sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Las dos horas que duraban las clases las aprovechaba muy bien: se iba poniendo distintas dificultades, ya que si sólo lanzaba a diana siempre daba en el centro, y se acababa aburriendo. Por eso, empezaba a complicar las cosas, como lanzar las flechas desde lo más lejos posible o lanzando objetos al aire para después intentar acertar. Y siempre daba en el blanco.

Pero así nunca se aburría. Le encantaba la sensación que le daba tener el arco en la mano, coger una flecha con la otra, tensarlo, apuntar a diana y disparar. Después, la satisfacción la llenaba cuando veía que había conseguido los 10 puntos.

Así estuvo un buen rato, disparando flechas pero siempre acertando.

                                       ***

Cuando pasó más o menos una hora, Johnny volvió.

—¿Ha habido suerte esta vez? —preguntó Bianca mientras sacaba otra flecha de su carcaj.

—Nada, ni una sola mocica —respondió Johnny mientras se dejaba caer sobre un banco, con aire de decepción—. ¿Y tú cómo lo llevas?

Bianca no contestó, ya que se encontraba concentrada apuntando. Finalmente, soltó la cuerda, y la flecha voló disparada hacia el centro de la diana, donde ya había otras cuántas flechas. Apenas cabían en la zona de los 10 puntos.

El entrenador soltó un silbido, algo impresionado.

—¿Cuántas flechas puedes disparar en un minuto? —preguntó, con algo de malicia. Sabía que su alumna era capaz de lanzar unas 50 flechas en treinta segundos, pero estaba algo aburrido y sabía que Bianca era muy, muy competitiva.

—¿Cuántas crees tú? —preguntó a su vez la chica, mientras se dirigía a la diana a recoger sus flechas.

—Sorpréndeme.

—Eso ni lo dudes —respondió Bianca, guiñándole el ojo. Se preparó en su puesto y esperó a que su entrenador le diera la señal.

—¡Ya!

Si parpadeaba, se perdía las flechas que volaban como si fueran rayos. Era impresionante: Bianca cogía una flecha, pensaba el arco, apuntaba y disparaba en apenas un segundo, y todas iban dirigidas al blanco. Sabía que la chica tenía un don, pero nunca se había imaginado algo así.

Cuando acabó el minuto, las flechas apenas cabían en la diana. Bianca tenía una sonrisa de suficiencia, como si lo que hubiera hecho lo hiciera todos los días con los ojos cerrados.

—¿Qué tal? —le preguntó a Johnny.

—Ehh... —Al hombre le costaba encontrar las palabras—. Creo que necesito salir a tomar un poco el aire.

La chica rió, y siguió disparando flechas.

Otro nuevo capítulo, estoy bastante inspirada xD. La verdad es que esta semana voy a estar bastante ocupada y no creo que escriba mucho, así que ahora aprovecho y subo todos los capítulos que pueda^^

Espero que os guste

La Hija de ApoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora