Si hubiera sido un día normal de mi vida, habría estado en negación. En mis treinta años de vida y desde que comencé a ser fértil, mi madre me enseñó dolorosamente lo terrible de la maternidad temprana, así que aprendí a evitarla como quien evita la peste. Ahora era distinto; era "parte de la trama", tenía que estar embarazada así cómo tenían que pasar muchas cosas en esta ciudad maldita.
Odié cada segundo que sentí el olor a pan tostado que hacía mi padre en la cocina, odié el ocultar asustada mis vómitos matutinos y odié mi ignorancia en embarazos así como que Araki no hubiera descrito más de esa parte de la historia. Lloré en la ducha hasta que mis ojos dolieron y culpé al shampoo por ello.
-Estoy estresada por la universidad, papá. No me hagas caso.- Le respondí más de una vez al preocupado hombre con el que vivía y que me demostraba su amor como si realmente fuera su hija, lo que no ayudó a aliviar mi culpabilidad.
No tenía internet para investigar más de mis síntomas, ni tenía mis redes sociales para contarles a mis amigas de lo que pasaba sin tener que verles a la cara y, a pesar de ya llevaba varios días hablando con las amigas de Tomoko como si fuera la misma de siempre, me sentía más que nunca como una impostora.
Al tercer día de estar inmersa en mis pensamientos durante la hora de almuerzo en la universidad, me vi interrogada por ese grupo de jóvenes estudiantes que agotaban mi paciencia con su energía juvenil y sus charlas sobre hombres.
-¡Tomoko!- una de ellas llamó mi atención, algo molesta.
-¿Qué?- respondí, intentando verme natural.
-¿Cómo que "qué"? ¡El tipo engañó a su pareja con otra!, ¿Cómo no vas a tener una opinión?-
-No sé. No te estaba escuchando.- Admití con un suspiro.
-¿Qué te pasa?- me preguntó otra de ellas, Sakura-san.
-¿Por qué lo preguntas?- Le respondí, mirándola a los ojos.
-Llevas varios días muy rara, Tomoko-chan. Si tienes un problema, puedes confiar en nosotras.- me dijo compasiva. Ella es mayor que yo, casada y ya tiene una hija, hasta donde recuerdo.
Suspiré otra vez, comenzando a sentirme cansada.
-Tengo un retraso.- admití, intentando bajarle el perfil al asunto.
-Lo sé. Eres así desde que te conocí en secundaria.- dijo la primera, Kyoko-chan, con una sonrisa burlona.
-¿Ah?... ¡No, idiota! ¡Mi período, tengo un retraso en mi período!- Dije levantando la voz por primera vez en varios días.
El silencio cayó en nuestro grupo y en las personas cercanas. El embarazo no es un tema de almuerzo en mi tiempo y mucho menos en los ochenta.
-¡¿QUÉ?!- Escuché a coro de parte de las tres chicas que me acompañaban.
-No hagan un alboroto. Estoy embarazada, fin de la conversación.-
-¡Claro que no! Nos tienes que contar los detalles.-
-No "tengo" que contarles nada.- agregué algo molesta. -Estoy embarazada y punto.-
-¿Ya te hiciste una prueba?-
-No necesito hacerme una. Sé que estoy embarazada.- respondí hastiada.
-¡Tienes que hacerte una! ¡Tienes que confirmarlo!- me insistió.
-No quiero, me da pereza. Estoy segura.-
-Al menos cuenta quien es el papá.- dijo Kyoko, sonriéndome curiosa.
ESTÁS LEYENDO
Me convertí en la madre de un JoJo
HumorUna transmigrada más, en una historia de hombres bellos y poses imposibles, lidiando con la maternidad. Qué podría malir sal?