Capítulo 22

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—¿Fred? —se detiene en seco.

—Creo que te equivocas—retoma su camino.

—¿Cómo sabes mi nombre?—se detiene de nuevo, gira mirándome fijamente.

—¿Cómo estas tan segura de eso?, cualquier gilipolla puede llamarse Victoria, o Pancracio si le sale de los huevos—me encojo de hombros.

—Se te veía tan seguro—algo que aprendí y muy bien es a leer de la gente, sé con seguridad que su confusión es solo una fachada—sabes quién soy, ¿no es así Fred?

Su expresión al igual que su postura cambia en un chasquido a una más tosca y un tanto amenazante, una sonrisa torcida se esculpe en su cara, frunzo mi ceño.

—Me has pillado—algo en mí se alarma, algo en él no cuadra.

Nos miramos fijamente unos segundos hasta que cierto Superintendente corta el tenso momento.

—¡Gustabo!—«es el de la llamada», tuerce sus ojos en señal de fastidio, levanta una de sus manos hasta un costado de su peño y su cara cambia a una de dolor—¡¿Qué coño ha pasado con vosotros?!, ¡¿Por qué cojones Horacio está casi muerto?!

—¡El que la va a palmar soy yo si no me atiende un puto médico!— entrecierro mis ojos al ver la escena, «¿Qué mierda trama el tipo?»

—Vas a tener que explicarme muchas cosas Gustabo—justo aparece un médico y ayuda a Conway a llevar al hombre a otra sala, no sin antes darme una mirada de reojo.

Me siento de nuevo en la silla, mi cabeza empieza a maquinar tratando de unir piezas para tratar de entender un poco la situación.

Ahora sé que el tal Gustabo es Fred, o al menos es lo que me ha hecho creer, quizás sea parte de su juego; sin embargo, algo no encaja en él, algo que desconozco me genera desconfianza.

—¿Disculpa? —la voz del hombre vestido de enfermero me saca de mis pensamientos—¿eres Victoria?

—Eh, si, ¿en qué puedo ayudarlo?

—Emily te necesita en su despacho.

—Oh, vale muchas gracias—asiente y después se retira, me levanto de la silla y me encamino a su despacho.

Al llegar doy tres pequeños golpes a la puerta, un "adelante" del otro lado me indica que ingrese al lugar, abro la puerta y asomo mi cabeza.

—Hola—digo.

—Que tal Victoria—dice con una pequeña sonrisa—pasa y ponte cómoda—me adentro a la habitación y cierro la puerta mis espadas.

Camino hasta el escritorio y me acomodo en una de las sillas para parientes.

—¿Él... como esta? —da un suspiro.

—Por suerte la mayoría de hematomas eran superficiales, hubo una que otra hemorragia así que debimos operar pero fue un buen resultado—suspiro de alivio—no se si no debería contarte esto pero... estoy casi convencida que los tios que le causaron esto sabían perfectamente cómo hacerlo.

—¿A qué te refieres?

—Lo golpearon los suficiente como para no causar nada grave, pero si para darle una muy buena amnesia.

—¿Amnesia?—una extraña sensación me atraviesa el cuerpo, sacudo un poco la cabeza—¿quieres decir que...?—asiente.

—Le han borrado la puta mente a hostias, la pregunta es ¿por qué?, ¿Qué querían lograr con esto?

—No lo sé.

—Bueno mientras buscas repuestas, porque no terminamos con tu tratamiento—asiento. Me acomodo en la camilla que tiene en su despacho, saca algunas pinzas y tijeras, levanto la bota de mis vaqueros—tengo que quitarte una por una pero solo sentirás una leve incomodidad cuando jale del hilo—dice mientras se coloca guantes quirúrgicos.

CONWAY (En Corrección) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora