Capítulo VI

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Antes de una tormenta existió una lluvia, y antes de una lluvia existió un día soleado.

Abrí los ojos.
Estaba sola.
O al menos parecía estarlo.
Me ardía el pecho. Y en mi cabeza sonaba un timbre largo y sin fin.

Jane, es ella.
La persona de la que hablaba Bill.
Me entregó a los infectados.
Pero sigo viva. Y me encargaré de que no consiga llevar a cabo su plan.

Me movi un poco, cosa que no fue fácil.
Las imágenes anteriores volvían a mi de nuevo. Zombies tras de mí, corriendo en una loca carrera por la supervivencia.
Disparé a los que pude, en aquel restaurante, mientras que otros se abrieron paso entre los pocos  cristales que quedaban de los ventanales. Y corri sin ver atrás, buscando alguna salida de ese basurero. Me encontré con lo que parecía ser una cocina, y dentro de ella me topé con cajones metálicos bajo las cocinas, donde quizás se guardaba comida.
Presa del momento, abrí uno de ellos y me metí.

El espacio era angosto. Se me habían entumecido mis extremidades e incluso me dolía la espalda.
Estaba aquí unas dos horas para ser exactos y aunque ya no sentía ningun ruido cercano, no quería salir.

Abrí cuidadosamente los labios y hablé mientras presionaba en botón del arkit.
—Bill, creo que descubrí quien es. Jane, ella me culpa de ser una espía. Estoy segura que es su táctica para que nadie sospeche de ella.

Apenas solté el botón, recibí su respuesta.

—Esta bien Alex, solo asegúrate que no se acerque al subterráneo. Intentaré hacer algo al respecto.
Respiré hondo y hablé de nuevo al artefacto.
—Bill, ¿existía una cura?

No respondió. Esperé unos minutos más pero nunca recibí su respuesta. Quizás ya no me había escuchado.

Ya eran 2 horas y media. Afiné mi oído para oír lo que sea que estuviera cerca pero no se escuchaba nada.
Moví la puerta y saqué un pie de mi escondite. En un segundo, un fuerte sonido sacudió el lugar.
Era un disparo. Quien quiera que sea había oolvidado el silenciador.
Seguido de eso, miles de gruñidos, gritos y alaridos se hicieron presentes. Entonces supe que todavía estaban cerca, e irían a por ese pobre infeliz.

No concebí salir. Me aterraba la idea de morir devorada por ellos. Sólo esperaba que cuando tuviera que hacerlo, al menos me alcanzará el tiempo suficiente para pegarme un tiro.
Pero todavía no podía ser.

La cura. Jane.

Deje que pasarán una media hora más, y luego empujé de nuevo la puerta. Me estiré, y algunos de mis huesos crujieron.
La mochila pesaba. No tenía idea de que estaba cargando ahí, solo sabía que tenía que deshacerme del peso.
Vi a los lados, asegurándome que estaba sola y luego procedí a vaciar la mochila.
Encontré que lo más pesado eran unas latas de comida, agua en tres botellas y un kit de herramientas para heridas. Desde luego, no había más. Dejé la mochila entera en la caja de comida donde me había escondido y, luego lo marqué con una verdura putrefacta, por si alguna vez volvia a por algo.

Solo llevé mi metralleta recargada, una pistola pequeña en mi cinturón y un par de cuchillas además del arkit y la radio, por supuesto.

Volví al restaurante. Para mi sorpresa, ya no habían tantos cuerpos como cuando entré. Aquello me hizo dudar. ¿Los infectados se los habían llevado?
Negué con la cabeza. Ellos no hacían eso pero...entonces ¿qué había pasado?

Seguí caminando, hasta el umbral de la puerta del restaurante. El letrero estaba partido por la mitad, en el que sólo habían tres letras: LIC

Estaba vacío.

No había un solo infectado, o quizás no podía verlos. No tenía idea de adonde ir. Y volver la helicóptero ya había dejado de ser una opción. Necesitaba de una pista, algo que me indicara el camino.
—Bill —presioné el botón del arkit.

El código de los muertos [Saga HALOTT] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora