Alba estaba impresionada.
Lo que Natalia había hecho por ella era algo... inconcebible. ¿Quién arriesgaría su vida de esa forma por, lo que mucha gente considera, un simple gato?
Pero la manera en la que la vio lanzarse al rescate de su pequeña sin vacilar un ápice había sido magistral. Podría haber muerto, aquel coche iba a mucha velocidad, lo notó en el sonido de los frenos al parar, y aún así lo hizo. Quizá la había juzgado demasiado y haberla tachado de mala persona solamente por una actitud que dejaba mucho que desear sobre ella no había sido su mejor opción. Estaba claro que los prejuicios seguían siendo un cliché nocivo, y ella lo había aprendido por las malas.
Iba a darle una oportunidad a aquella mujer que tanto había deseado en un pasado. Pensaba comportarse como una persona madura e ignorar esas actitudes tontas que solían caracterizarla la mayoría del tiempo, focalizarse en su faceta seria y quedarse con los detalles importantes que componían su personalidad traviesa y pícara.
Aunque seguramente fuera a seguir perdiendo los estribos muchas veces por su culpa.
Hacía un rato que Natalia se había encerrado en su habitación después de haber vuelto de la calle y encontrarse una pelea propia de la WWE entre Queen y Fígaro. Todavía necesitaban acostumbrarse a la presencia del otro entre ellos, y lo cierto es que sentía algo de lástima por Queen pues, justo cuando acababa de aceptar la de la pequeña Luisa, llegaba otro gato nuevo a su vida. De todas formas estaba segura de que, al final, los tres convivirían en paz y armonía gatuna.
Mientras removía las verduras salteadas con arroz que estaba preparando para la cena, no fue capaz de reprimir la risa que le provocó aquel pensamiento. Si pudieran leer su mente, muy probablemente pensarían que estaba loca. Luego de unos segundos y tras bajar la potencia del fuego, decidió ir en su busca por si le apetecía algo de cenar. Todavía no le había agradecido lo que había hecho, ¿y qué menos que prepararle la cena para compensar? Aún con esas también quería agradecerle por lo que había hecho directamente, y con ese pensamiento arrastró los pies hasta su puerta.
Tocó tres veces antes de abrirla.
-¿Natalia?
Lo cierto es que, nada más llegar y separar a Figaro de la gata de Alba para evitar posibles altercados, había salido huyendo a su habitación para revisar los daños que le había ocasionado el accidente y se había encontrado con varias heridas.
La primera, una hinchazón dolorosa en el brazo con el que hubo parado el golpe del coche y que seguramente al día siguiente presumiría un hematoma bastante feo. La segunda, la raspadura que se había hallado en el trasero y que era fruto de la caída hacia detrás que sufrió en el momento. Y la tercera, los rasguños en los gemelos que empezaron a sangrar algo más tarde y que habían resultado del choque contra el alquitrán de la carretera.
Pero, a pesar de todo lo anterior, podía llamarse dichosa. Ese coche podría haberla arrollado y acabar con su vida en menos de lo que un gallo canta.
Ahora, en bragas por haber intentado encontrar algún modo de mirarse el trasero y con una camiseta a medio poner para ir a la ducha, la rubia de sus sueños empuñaba el pomo de la puerta justo frente a ella y la observaba con unos ojos despiertos que parecían haber captado algo interesante.
-¿Has cambiado de opinión y has venido a que te demuestre lo buena que soy en la cama?— decidió romper el hielo bromeando, y se giró estratégicamente para disimular sus intenciones para que, de esa forma, Alba no se llegara a percatar de las heridas que cubrían gran parte de su cuerpo de la cintura para abajo.
Pero evidentemente la otra no era tonta.
Vio como se acercaba despacio, a paso lento y casi con unos meneos elegantes de cadera. Sus ojos reflejaban una preocupación que se avivaba bajo un ceño fruncido que Natalia reflejó con una sonrisa nerviosa, conocedora de que no iba a tener escapatoria. Cuando llegó a su lado, pareciendo importarle muy poco que estuviera en ropa interior, le hizo girarse con un golpecito pequeño y tímido en la cadera, justo por encima de la tela negra. La navarra suspiró y dejó caer los hombros, permitiéndose hacer bajo aquellas manos que la exploraban y repasaban su piel maltratada con sumo cuidado.
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INSTANT CRUSH
FanfictionDurante los cuatro años de carrera, Alba se ha visto irremediablemente atraída hacia una de sus compañeras de clase, pero su personalidad introvertida y exageradamente tímida le ha puesto difícil el acercarse a ella, además de que parece invisible a...