9. I don't understand don't get upset I'm not with you

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-¿Lo tienes todo?— le preguntó tras subir una de las maletas en el interior del maletero. Se giró a mirarla a la espera de una respuesta y la vio con un semblante de espanto que le hizo fruncir el ceño. Abrió la boca para hablar, pero ni siquiera le dio tiempo antes de que ella misma se explicara.

-¡Nat, que se me ha olvidado hacer pipí!

Se movía de un lado a otro como si tuviera una horda de pulgas picándole el cuerpo. No dejaba de retorcerse y de apretar las piernas. Aquella actitud le recordó a la de una niña pequeña y por eso tuvo que sonreír.

-Anda, sube rápido mientras yo meto todo esto en el coche— cogió el equipaje de la rubia, que, sin siquiera darle tiempo a agradecerle, echó a correr escaleras arriba para vaciar su vejiga de la orina acumulada durante la noche.

Siguió su presencia con la mirada hasta que desapareció por la puerta que daba a las escaleras. Lanzó un suspiro al viento antes de volver con su labor.

El último mes fue bastante extraño. Desde aquel subidón de hormonas que compartieron las dos juntas en el sofá del salón la mañana posterior a la fiesta de Halloween todo parecía haber cambiado. Sí que era cierto que al principio le dolió, se sintió extraña por verse afectada por algo como eso, pero, cuando consiguió encajarlo todo, decidió que lo mejor era hacer como si no hubiese pasado nada. Alba pareció agradecerlo, porque su actitud tensa de esos días se volatilizó como el vapor de agua.

Sin embargo, sí que era verdad que su relación, a pesar de ello, llegó a verse afectada, sobre todo por parte de la valenciana, que hacía todo lo posible para no permitir un acercamiento más íntimo de lo normal. Sabía que no era una persona demasiado cariñosa o afectiva, se trataba de alguien más bien arisca, pero aquellas barreras que se empeñaba en establecer entre las dos se convertía en demasiado incluso para tratarse de ella. Aún con eso, Natalia no dijo nada, simplemente se dedicó a esperar con el pensamiento de que, con suerte, el tiempo pondría cada cosa en su lugar.

El problema es que todavía seguía esperando.

-Venga, bella durmiente, que llegamos tarde— la apremió cuando Alba llegó entre pasos torpes hasta el asiento del copiloto de su coche.

-Voy, voy— masculló mientras se colocaba bien el cinturón de seguridad.

Natalia pisó el acelerador en cuanto aquello ocurrió para poner rumbo a su destino.

El puente de la Constitución, a pesar de la tensión que hubo en su relación durante las últimas semanas, llegó más rápido para ambas de lo que hubieron pensado. El autobús que las llevaría hacia el que iba a ser su destino aquellos días salía en unos veinte minutos, y todavía tenían que atravesar toda la ciudad en coche.

Lo único que parecía estar a su favor era que las calles no contaban ni con un alma. Todo porque no eran más que las cinco de la madrugada y, evidentemente, a esas horas tan tardías apenas había tráfico en la carretera. Por eso, no le costó ni encontrar aparcamiento donde dejar el coche dos días ni llegar al destino puntualmente.

-Gracias— musitó Alba con una sonrisa que acabó contagiándole a ella cuando le entregó su equipaje antes de bajar el maletero del coche para cerrarlo.

La castaña tuvo que suspirar. Lo cierto es que había extrañado muchísimo esas sonrisas, y ella había empezado a volver a ofrecérselas hacía apenas unos días.

Quería hablar con ella. Sacar el tema. Disculparse. Pero le aterraba demasiado que, si se atrevía a tirar de esa conversación, las cosas entre ellas volvieran a ponerse tensas. Les había costado mucho volver a estar donde estaban ahora, que tampoco es que fuera del todo la normalidad, pero, siendo honesta, con aquello se conformaba. Si llegaba a ser sincera consigo misma, sabía que Alba no era una chica cualquiera, al menos no para lo que ella consideraba como tal. Esa rubia de piernas cortas y sonrisa cálida era su debilidad en muchos aspectos, y de hecho lo era tanto, que le aterraba demasiado hasta donde pudiera llegar.

INSTANT CRUSHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora