11. One thousand lonely stars

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De vuelta a la rutina el viernes posterior al viaje de empresa por la tarde, Natalia irrumpió en su habitación interrumpiendo su tiempo de estudio.

-¿Cómo vas?— le preguntó después de asomarse por el hueco de la puerta.

A Alba le pareció un gesto tímido de lo más adorable hasta que recordó que Natalia no era nada de eso. La vio caminar con pasos cortos hasta llegar a su lado y echarle un vistazo a los apuntes que tenía sobre el escritorio. Esbozó una sonrisa nada más ver el título del tema y la rubia reaccionó con el ceño fruncido, al no entender semejante actitud.

-¿Qué pasa?

-Nada, que yo ese tema hace mucho que lo dejé atrás— chuleó con los brazos cruzados—. Le das demasiadas vueltas a lo mismo y eso no te deja avanzar— a pesar de que había empezado con arrogancia, su voz se fue suavizando hasta tomar un esbozo delicado—. Estudias demasiado, deberías tomarte más tiempo para ti misma. ¿Desde cuándo llevas aquí encerrada? Volví de casa de Tere y ya estabas estudiando, van a dar las ocho y sigues aquí. Solo has salido para comer.

Alba agachó la cabeza, sabiendo que la castaña tenía razón.

-Es que nos jugamos la plaza en la universidad, Natalia— le contestó preocupada—. ¿Cómo puedes estar tan tranquila?

-Porque confío en mí misma— atajó con dureza—. ¿Tú no lo haces en ti?— la rubia abrió la boca para responder, pero Natalia volvió a cortarla— No respondas, era una pregunta retórica. Está claro que no lo haces— señaló sin pudor—. Has llegado muy lejos, Alba. Te has esforzado mucho, confía en ti misma, que vas a llegar mucho más lejos.

Se inclinó hacia su cuerpo levemente para dejar un beso justo encima de su coronilla. Disfrutó del olor dulce y avainillado de su melena sedosa. Parecía un chupachups de vainilla y fresa, porque hasta el olor que desprendía era como tal. Aquel pensamiento le robó una sonrisa, pero nada tuvo que ver con la que floreció en sus labios nada más percatarse de la que consiguió producir en la boca ajena.

-Jo, pero es que es muy difícil— torció los labios en una mueca triste—. No paro de pensar en que voy a suspender.

La risa de Natalia no tardó en hacer presencia.

-A ver, es una posibilidad también, la verdad es que cuesta— le dijo, pero cuando iba a continuar hablando para contrarrestar lo primero que hubo dicho, la otra arrancó a hablar primero, sin darle tiempo a decir nada más.

-Gracias, mujer— apuntó de manera sarcástica, con ironía jocosa—. Qué ánimos más buenos para que me tire por la ventana— rodó los ojos y empezó a recoger todo lo que estaba desperdigado por encima del escritorio. Ya se había cansado de estudiar, estaba agobiada.

-No, no te tires por la ventana— corrió a decirle la más alta con los ojos bien abiertos—. Mejor tírate a alguien. A mí por ejemplo.

La risa floreció en aquella voz incipiente y del taco de la arena mojada, y eso fue todo lo que necesitó la navarra para sentirse mucho más tranquila. Hacerla reír era de lo que más le gustaba en el mundo, aunque fuera por las continuas insinuaciones que se marcaba hacia su persona.

-Eres imbécil— le dijo con la voz tomada por la vergüenza, como habitualmente solía suceder cuando le soltaba una de las cien fichas que le lanzaba a diario.

-Anda, deja eso ya y ven conmigo— la llamó tirando levemente de los mechones rubios que componían su nuca—. Esta noche de viernes, tú y yo vamos a tener una cita, y me la suda lo que digas.

Esos ojos de gata se clavaban en sus iris sin un ápice de duda.

-Así que date una ducha que mientras tanto yo voy a intentar preparar algo decente para comer y después te pienso llevar a un sitio que te va a encantar.

INSTANT CRUSHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora