Un estremecer me recorre la espalda a penas llegamos a la puerta de la iglesia, sé que lo que suceda no me agradará, y es algo seguro que no tengo la fuerza como para soportarlo lo suficiente.
Cuando el auto se detiene Miguel se apresura a salir del coche y me abre la puerta.
En serio que la bipolaridad de este personaje me enloquece, debería decidirse de una vez, una de dos, o ser un personaje bastante agradable, atento y educado o no serlo y punto. Cada vez que cambia de actitud me confunde porque no sé cómo se supone que debo actuar.
-- Gracias. - susurro luego de aceptar su ayuda para salir del coche.
No recibo respuesta, solamente un ligero movimiento con la cabeza. Lo detesto tanto...
-- Creo que deberías engancharte de mi brazo. - propone él cuando llegamos a la puerta de la iglesia.
-- ¿En serio eso te parece una buena idea? - cuestiono un poco molesta.
-- Tú solo hazlo.
No espera a que responda, sino que él toma mi brazo y lo engancha al suyo, decido no reclamar porque a final de cuentas perdería. Así que ambos avanzamos a pasos lentos hacia el lugar donde me espera algo terrible, de seguro.
El lugar se encuentra repleto de jóvenes, la verdad no me había fijado en ellos en todo el tiempo que llevo asistiendo, como generalmente estoy con Clane no me hace falta hablarle a nadie, además, ¿de qué podría hablar con un montón de fanáticos? Ahora estoy relativamente sola, y estoy segura que alguno de ellos querrá acercarse para conversar, lo han intentado antes, pero generalmente la mirada severa que les dirijo los aparta lo suficiente como para que no se metan en mis asuntos; pero ahora... ¿Se supone que debo ser como la esposa del predicador? Siempre tan atenta con todos, amable y cariñosa. Yo no soy así, para nada, no puedo pensar siquiera en convivir con estas personas, menos ponerme a aconsejarles acerca de sus problemas, yo tengo más problemas que todos ellos.
Me siento incómoda apenas ingreso, lo de estar junto a Miguel no ayuda en absoluto. Cuando vamos pasando la gente va callando, cediéndonos el paso, eso significa que se nos quedan mirando conforme nos internamos en la iglesia.
El lugar nunca me había parecido tan grande como ahora, parece que el altar estuviera a muchos kilómetros de distancia y yo no pudiera correr hasta allá para librarme de esas miradas que nos siguen.
-- Tranquila. - me susurra al oído Miguel.
-- No tengo nada. - intento defenderme, pero sé que el tono semi quebrado de mi voz no ayuda en absoluto.
-- Parece que estuvieras a punto de desmayarte, por favor, Sara, solo son personas. - responde con el mismo tono bajo, para que nadie más note lo que dice.
-- No me gusta que haya tantos ojos extraños puestos en mí. - intento excusarme, mientras siento que mis pies se niegan a seguir caminando.
-- Créeme, sé lo que se siente, pero te acostumbras.
Creo que el mayor problema aquí es que no quiero acostumbrarme.
Cuando estamos a punto de llegar al altar donde se encuentran algunas sillas frente a una mesa donde suele sentarse la familia del predicador y los líderes de la iglesia, nos intercepta el padre de Miguel, que se apresura a saludarnos con un pomposo abrazo.
-- ¡Me alegra mucho que hayan venido al congreso! - dice el predicador, algo emocionado.
Le dirijo una mirada confundida a Miguel, que se encoge de hombros y se apresura a decirme al oído:
-- No suelo decirle a qué eventos asistiré, así que siempre se lo toma como una gran sorpresa.
Ah, eso explicaba la reacción.
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EL HIJO DEL PASTOR (N.C.)
SpiritualLiz Sara es una muchacha de 17 años, vive aparentemente feliz, cuenta con muchos amigos, se entretiene bastantate y es muy graciosa, sin embargo oculta un pasado triste que aún encadena su alma al rencor. Un día llega a su barrio José Miguel, que re...