Horas más tarde, Jimin se encontraba sentado en el borde de una cama sencilla dentro de una pequeña habitación asignada para él. Las paredes eran blancas, desprovistas de cualquier adorno, y lo único que destacaba era una ventana con barrotes delgados que dejaba entrar una tenue luz. Afuera, el mundo seguía en movimiento, pero para él, el tiempo parecía haberse detenido.
Miró su reflejo en un espejo colocado frente a la cama. El chico que lo devolvía la mirada no se parecía en nada al príncipe de Geumnara. Ahora era simplemente "Park Jimin". Un nombre tan común como lo que pretendían que fuera. El cabello más oscuro, las ropas simples, la ausencia de los adornos reales que siempre lo habían acompañado... todo parecía despojarlo de su identidad.
Se llevó una mano al cabello, aún sin acostumbrarse a la textura y el color. Todo esto era demasiado para procesar. ¿Cómo había pasado de ser el heredero al trono, el futuro gobernante de su gente, a alguien que debía esconderse en las sombras?
--¿Esto es lo que mi padre hubiera querido?--murmuró en voz baja, sus palabras apenas un susurro. Pensar en su padre le apretaba el pecho. Había muerto demasiado pronto, dejando un vacío que ahora se sentía más grande que nunca.
Antes de que pudiera hundirse más en sus pensamientos, la puerta de la habitación se abrió. Era Taeyong, con su característica sonrisa amable, aunque esta vez había algo más solemne en su mirada.
--Es hora, Jimin--, dijo suavemente.
Jimin asintió, aunque sus movimientos eran lentos y pesados. Se levantó y lo siguió, sus pasos resonando en los pasillos metálicos del centro de operaciones. Había un silencio incómodo que parecía envolverlos. Taeyong intentó romperlo.
--Sé que esto es difícil--, comentó, mirándolo de reojo. --Pero quiero que recuerde algo. Cada paso que damos es para su seguridad. Usted es importante, aunque ahora mismo no lo parezca.
Jimin no respondió. Quería creer en esas palabras, pero la sensación de pérdida era demasiado abrumadora.
Al llegar al hangar principal, se encontró con una camioneta negra estacionada en el centro, su motor ya encendido. Junto a ella, el comandante Min Seonghyun lo esperaba. Su porte seguía siendo impecable, incluso con las ropas casuales.
--¿Está listo, Su Alteza?-- preguntó el comandante, con una seriedad que no pretendía ser fría, sino respetuosa.
Jimin dudó por un momento, sus ojos buscando algún rastro de consuelo en la mirada del hombre. Finalmente, asintió. --Sí, creo que sí.
Seonghyun abrió la puerta trasera de la camioneta e hizo un gesto para que subiera. Antes de entrar, Jimin se giró hacia Taeyong. --¿Adónde me llevan?
Taeyong le dedicó una sonrisa tranquilizadora. --A un lugar donde pueda empezar de nuevo. Todo estará bien, Jimin. Confíe en nosotros.
Jimin subió al vehículo, y el comandante cerró la puerta detrás de él. Desde el interior, vio cómo el centro de operaciones comenzaba a desaparecer a medida que la camioneta avanzaba por un camino rodeado de montañas.
El paisaje era hermoso, con un cielo despejado que anunciaba un nuevo día, pero para Jimin solo era un recordatorio de lo lejos que estaba de su hogar.
Mientras la camioneta seguía su curso, Jimin apoyó la cabeza contra la ventana, observando el mundo pasar rápidamente. --¿Y si esto no funciona?-- se preguntó en voz baja. Nadie respondió, pero el silencio del interior del vehículo fue suficiente para recordarle que ahora estaba solo.
A medida que avanzaban hacia lo desconocido, una sola idea lo mantenía en pie: proteger a su madre y su reino. Si este era el precio, lo pagaría, aunque cada kilómetro lo alejara más de quien alguna vez fue.
Jimin se inclinó ligeramente hacia la ventana, observando con curiosidad cómo el paisaje cambiaba. Los espesos árboles y colinas daban paso a pequeñas construcciones, seguidas de casas más juntas y calles con más movimiento. Era un contraste drástico con la naturaleza tranquila que lo había rodeado en las últimas horas.
El comandante Min, sentado en el asiento delantero, se giró hacia él con una sonrisa amplia, algo inusual en su rostro normalmente serio.
--Esta es mi ciudad --anunció con una mezcla de orgullo y nostalgia en su tono-- Bienvenido a Daegu, Su Alteza... o mejor dicho, Park Jimin.
Jimin parpadeó, desconcertado. Era la primera vez que escuchaba al comandante referirse a un lugar con tanta calidez. --¿Aquí voy a quedarme?-- pensó, su mente luchando por procesar la idea.
--¿Daegu? --preguntó en voz alta, con cierta incredulidad.
--Sí. Es el lugar perfecto --respondió el comandante con firmeza--. No solo es una ciudad lo suficientemente grande como para que pase desapercibido, sino que también es mi hogar. Aquí conozco a todos los que podrían representar un peligro, y puedo garantizar su seguridad.
Jimin no estaba seguro de cómo sentirse. Por un lado, la ciudad no parecía tan intimidante como lo había imaginado. Había un aire cálido y acogedor en las calles, con gente caminando despreocupada y pequeños negocios abriendo sus puertas. Pero por otro lado, esto significaba que tendría que adaptarse a un entorno completamente nuevo, lejos de todo lo que conocía.
--¿Y cómo se supone que encaje aquí? --preguntó con un deje de frustración en su voz.
El comandante Min se giró completamente hacia él mientras el vehículo se detenía en un semáforo. Su mirada era seria, pero también comprensiva.
--Aprenderá, Jimin. Aquí no es un príncipe, sino un joven normal. Daegu será su hogar temporal, y yo estaré aquí para guiarlo.
Jimin se recostó en el asiento, dejando escapar un suspiro. La idea de ser "normal" seguía sintiéndose irreal.
A medida que avanzaban por las calles, comenzaron a adentrarse en un barrio más tranquilo, con casas modestas rodeadas de árboles y jardines pequeños. El vehículo finalmente se detuvo frente a una vivienda sencilla, de dos pisos y paredes de ladrillo claro. Era acogedora, pero estaba lejos de los lujosos palacios a los que estaba acostumbrado.
--Hemos llegado --anunció el comandante mientras bajaba del auto y abría la puerta para Jimin--. Este será su refugio.
Jimin salió del vehículo y observó la casa con detenimiento. No parecía destacar entre las demás, y quizá ese era el punto. Su corazón latía con fuerza; no sabía si era por la emoción o el nerviosismo.
--¿Vivo aquí... solo? --preguntó, intentando ocultar el temor en su voz.
El comandante negó con la cabeza y le hizo una seña para que lo siguiera hacia la puerta principal.
--No estará solo. Yo también me quedaré aquí para asegurarme de que todo salga bien. Además... hay alguien más que quiero que conozca.
Jimin arqueó una ceja, intrigado. "¿Alguien más?", pensó mientras el comandante abría la puerta, revelando el interior de la casa.
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Protegiendo al Príncipe ♡ YM
Fanfiction«Un principe en la ciudad» Bajo el programa secreto de protección para la realeza, jimin es enviado a una pequeña cuidad de corea del sur, , donde su vida dorada se transforma en una lucha por mantener el anonimato. Allí conoce a Min Yoongi, un jove...