María y Max

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Canadá era el continente más bonito que había oído nunca, lleno de árboles y ciudades. Hermoso. Y muchos caballos muertos. Más hermoso aún.

Me sentí muy solo porque no estaba allí con María, disfrutándolo, pero lo disfrutaba más aún porque sabía que podía irme a donde quisiera, que ella seguiría siendo mía.
Desde que huyó de mi casa no la he vuelto a ver y no me ha llamado. No se si sabe que hoy me he ido de EEUU. Quería hacerme yo el difícil, pero ella se hacía más difícil aún, más difícil que atar mis bambas de velcro.

Como estoy tan solo decido ir a una licorería a emborracharme; ¿Soy menor? Bah, ya no estoy en América y eso..., ¿no importaba? ¿Que dónde está mi padre? Se supone que vivo, pero era América así que su papel no tiene importancia. Si tuviera importancia sería en Amepobre. Miro las marcas de vino más famosas, como fanta o coca-cola, hasta que me entero de que estoy en un paki, y de que el propietario es ruso y se llama Michael.

- Hola, ¿quieres comprar o me quieres a mí? -me pregunta. Me sorprendo y me quedo allí pasmado, pensando en qué responderle o que hacer.

- Mmmhhhh5hhhh.... a ti.

Y así comenzó nuestra historia de amor. Le hice la misma pregunta que a María pero escogió la inyección, así que le di el pene igual. No preguntéis por qué la historia se llama María y Max si es Bryan y Michael, pero así va la cosa.
Un día me explicó lo aliviado que estaba de no haber utilizado el brazo para enterrarlo, y me di cuenta de que él también era de la Secta de Pepo. Nos fuimos a comer azúcar con huevos y me dijo que allí, en Canadá, los rusos utilizaban brazo en vez de manos, pero que lo nuestro era amor de verdad porque no había tenido que utilizarlo. Después nos fuimos a hacer yoga a un baño. Y en aquel baño, gracias al olor putrefacto similar al de María, me acordé de ella y de lo mucho que la amaba. Yo también me había enamorado de ella sin mano, y ella con una, pero igual lo había conseguido después de treinta años intentándolo.

- No puedo. -le confesé a Michael- Sigo enamorado de una chica y... quiero estar con ella. Tengo que volver a África.

- Ey... no problemo -me tranquilizó él- Yo te quiero a ti, tú a ella y ella a mí, así que hacemos una orgía los cinco.

- Espera, ella no te quiere a ti.

- Es que si no nadie me querría.

- ¿Y quién es el quinto?

- Mi hermano gemelo, Jackson. A lo mejor lo conoces porque a veces nos intercambiábamos.

- ¡¿Qué?! ¿Me habéis engañado?

- Nosotros y tu madre. Además, así el amor era doble. En fin, tú, Jackson, la tía esa y su novia y yo orgía.

- Mmmhhhh5hhhh.... vale.

No me pregunté quién era la novia esa.

Michael y Jackson me llevan a un bar y me presentan a T/N, a quien quieren unir a la Secta de Pepo.
Al principio no estoy muy de acuerdo, pero al final accedo y lx llevamos hasta Seattle a conocer al gran dios Banana.
El dios Banana es un niño de cincuenta años a quien oramos, no se llama Pepo, porque Pepo era yo. El caso es que nos salió el tiro por la culata, en vez de la culata por el tiro, porque no le gustó nada que se llamara Banana porque tenía alergia a los plátanos cuando su tío le (censurado)... no entendía por qué hablaba con paréntesis. El caso es que no quiso y se negó (mientras forcejeaba al nosotros cogerle) y se dispuso a irse (pero nosotros le cortamos la cabeza) y al final se quedó y todo salió bien (menos cuando tuvimos que limpiarlo todo). -De verdad, ¿por qué hablaba con ochos y nueves?-
Antes de tirarlo a la basura, vimos que tenía encima la foto de una cosa, que no tenía género pero no era fea y debía ser su pareja.
Una pena.

La secta de PepoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora