Max

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Me giré y todo me daba vueltas.

Vi a un dios griego aparecerse delante de mí. Un chico moreno, con la nariz paralela a la boca y la cabeza más brillante que mi futuro.
Mi estómago se revolvió y mis manos empezaron a sudar.
¿Como a un ser tan brillante se le podía llamar humano?

María apareció detrás de él, ella no era tan divina como él pero su cara parecía la de un perro chihuahua. La parte buena de eso es que los perros son hermosos, la parte mala es que los chihuahuas no.

De repente, mi subconsciente me hizo avanzar paso tras paso hasta que, inconscientemente, acabé lanzándome encima de él iniciando un beso apasionado que debió haberse iniciado tiempo atrás, pero todo esto terminó cuando noté unas manos agarrándome y lanzándome contra el suelo.

-¿Qué haces?- me dijo María.
-Yo... -intenté responder pero mi subconsciente otra vez me hizo abalanzarme, esta vez encima de un chihuahua llamado María.

Cuando logré pensar en lo que estaba pasando, me di cuenta de que estábamos los tres en la cama.
No se como llegamos hasta ese punto, pero lo disfruté al máximo.
Bryan, apodado como el dios griego que cayó del cielo y no exactamente por ser como mierda de paloma, tenía pelos hasta en los dientes, era hermoso.
Su cuerpo era áspero, cosa que aun lo hacía más atractivo. Su pito medía tres millas y tení dos prepucios en el rabo. Con miedo, se lo agarré y se lo froté de abajo, al medio y arriba hasta que sangró.
María se lo quitó todo e insertó tres dedos en mi ano mientras Bryan me daba un pollazo en el ojo. De un momento para otro María se sacó del bolsillo de Doraemon un satisfyer que se iluminaba en la oscuridad para que no se perdiera.

- ¿En qué momento has traído esto si íbamos a estudiar?
- ¿Pero a que te alegras de que lo haya traído?

Bryan fue hasta su armario y, al abrirlo, cayeron un montón de vibradores utilizados.
No soy virgen, porque agredí sexualmente a una cabra que estaba pariendo, por lo que tengo más experiencia que ellos.
María se acercó a mí y me cagó en el pecho mientras Bryan lo lamía con sus tres lenguas peludas de siete cayos y cinco dedos en total. Mientras tanto, pasé mis dedos por todo su cuerpo hasta detenerme en su muslo, en una especie de tatuaje similar a la cabeza de un pato.

Él inmediatamente, como si me leyera la mente, me dijo:
- Es un tatuaje del rostro de mi madre.

Como lo vi en un video y todo el mundo lo hacía, introduje mi cabeza por el orificio nasal de Bryan.
María nos observaba desde el otro lado de la cama y se acercó a nosotros. Saqué la cabeza húmeda y me fijé en ella. También era hermosa, sus rodillas se doblaban hacia atrás, cosa que la hacía especial y que tuviera un aire a una cabra coja. El trío terminó siendo zoofílico cuando, sin saber ni cómo ni por qué, apareció un perro de por medio y... bueno, cosas. El caso es que terminamos de secarnos pero de lo que no terminamos fue de hacer esto, y seguimos por días. Hasta que María se quedó embarazada del perro y tuvimos que parar por la salud de los muelles de la cama.

La secta de PepoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora