Tarde chiflada

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Jane continuó observando su reflejo en el cristal -por Dios en qué me convertí- estaba impresionada con lo que vio en el espejo, no quedaba nada de esa chica circunspecta y austera que solía ser. Nunca antes pensó que de un momento para otro pudiera realizar modificaciones de tanta trascendencia.

Para poner la cereza sobre el pastel la madre de Jane se acercó para poder quitarle la pinza que llevaba en su cabello, de esta manera los mechones de su pelo se prolongaron hacia su cintura dejando ver una hermosa y basta cabellera negra.

-Estás más hermosa que nunca- agrego su padre que acababa de entrar en la sala. Efectivamente Jane jamás usaba ropa como esta, no recordaba haberse puesto nunca unos tacones, incluso en su fiesta de 15 años había usado zapatillas.

Jane no podía dejar de pensar que estaba haciendo algo mal, por un momento pensó en mandar todo a la mierda para volver a ser la chica que solía ser. En ese instante tocaron la puerta -¿Quién podrá ser?- preguntó el padre de Jane, abrió la puerta, vio a un chico de 1.90 aproximadamente rubio y de ojos azules.

-Disculpe señor, se encuentra Jane en casa- al escuchar estas palabras Jane volteó instantáneamente la cara para vislumbrar a la persona que preguntaba por ella. Efectivamente se trataba de Jerry, -pero ¿cómo carajos se las arregló para llegar hasta mi casa?- Jane tenía muchas dudas, pero por ahora necesitaba saber que quería Jerry en su casa.

Jane se apresuró a salir, -es un compañero de la escuela, ¿puedes dejarnos solos papá?- menciono un poco nerviosa, -pero claro- dijo su padre con su sonrisa que reflejaba picardía. -Emmm ¿qué se te ofrece?- Jane un poco cortante sostenía la puerta con su brazo derecho -en realidad nada, sólo noté que faltaste a clase y quise traerte los apuntes- añadió Jerry mientras se sonrojaba al ver a Jane.

Jerry no podía quitarle los ojos de encima a Jane, era como si ella tuviera un aura magnética rodeando todo su ser. No podía dejar de ver su largo cabello negro, su delicada y esbelta figura, sus pechos que parecían 2 naranjas maduras, pero sobre todo no podía dejar de ver esos ojos, tan negros como la noche más oscura y tan profundos como el mismísimo océano, ojos que te incitan a liberar los mas lascivos deseos.

-Me gustaría saber cómo conseguiste mi dirección- pregunto Jane, esta vez con un tono más suave pero sin dejar de ser un poco brusco. -La verdad le pregunte a algunos compañeros de clase, pero ninguno sabe donde vives, así que acudí a la directora-.

-Entonces aquí están, los apuntes del día, nos vemos mañana- Jane agradeció y se dio la vuelta para dejar los apuntes sobre una pequeña mesa. Jerry no pudo evitar ver sus nalgas, eran preciosas casi perfectas. Luego de soltar los apuntes Jane cerro la puerta y camino hasta la sala nuevamente. Jerry empezaba a agradarle.

Mientras tanto Jerry saltaba, corría y reía como un perturbado mental. Todo esto en plena calle. Jerry por algún motivo se encontraba feliz por primera vez desde que se mudaron a ese pueblucho de mala muerte. Siguió su camino a casa, la tarde era diáfana y esplendida, todo se encontraba en armonía. Desde los arboles hasta los insectos pasando por las nubes todos parecían estar extasiadas bebiendo un brebaje rancio. La tarde olía a fruta fresca.

Toda mi esenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora