Mucho gusto, soy Jane

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A la mañana siguiente Jane estaba preparada para ir a clase, se vistió con su ropa nueva, peino y arreglo su cabello, incluso le pidió un poco de perfume a su madre.

De camino a la escuela todos los chicos que pasaban cerca de ella entraban en trance, abstraídos en la belleza de Jane solo podían sucumbir, en otras palabras Jane lograba que pusieran cara de pendejos. -Imbéciles- esto era lo único que murmuraba Jane cada que un tarado se quedaba mirándola o le decían cumplidos.

Luego de caminar unas cuantas cuadras llego a la escuela, donde más estúpidos que babeaban a su paso. Nunca antes ningún chico le había prestado atención ni mucho menos mostrarle una pizca de amabilidad. Hoy era diferente ese día Jane Smith renació. A pesar de esto Jane no cambio su actitud apática, los chicos que ahora la alababan seguían siendo una parvada de idiotas.

Entró al salón de clases, ahí estaba Jerry esperándola, saludo a Jane con una sonrisa. Sin embargo ella no le presto mucha atención pues en otra mesa se encontraba Liza. Muy hermosa como siempre. Tenía una cola de caballo, a Jane le pareció que su divinidad era magnífica. Sintió como si sus entrañas se despedasaran, sus huesos se fracturaran y su corazón se detuviera con solo verla.

Liza no fue la excepción al ver a Jane, quedó sorprendida por su opulento atractivo. Elizabeth también saludo a Jane mientras que esta se sentaba junto a Jerry.

-Hola- dijo Jerry con una sonrisa nerviosa e intentando ocultar que se encontraba sonrojado. -Hola- contesto Jane un poco menos cortante que la última vez. Ambos se pusieron a charlar, pero Jane no podía despegar los ojos de Elizabeth. Jerry notaba a Jane ida, pero no sabía por que así que lo tomó como una simple distracción pasajera.

Jerry sacó de su bolsillo un pequeño chocolate, el olor a nuez se esparció por el ambiente. En ese momento se sintió muy nervioso, parecía que todo su entorno estuviera detenido. Nunca antes una chica lo había puesto tan nervioso, sudaba excesivamente. Su sudor olía a insomnio, a desesperación, olía a miedo.

Luego de unos mometos le dio el chocolate a Jane y pregunto si quería salir el fin de semana.

Ella se sentía confundida, nunca antes ningún chico la había invitado a una cita, en su rostro se veía una expresión irreconocible. Quiza sea por que su interior estaba repleto de dinamita emocional a punto de explotar.

Toda mi esenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora