CAPÍTULO 3
Me incorporé.
-¿Ya te has despertado, bella durmiente?
Intenté levantarme, la cabeza me daba vueltas, y al intentar ponerme en pie me tambaleé.
'El chico de mi pesadilla' avanzó hacia mí rápidamente y me sujetó por la cintura. Nos quedamos en uno de esos momentos en los que ninguno sabe qué decir. No era la primera vez que lo veía. Ahora lo supe, llevaba soñando con él desde pequeña... Desde aquel accidente...
Nunca olvidaré ese 3 de enero de 2006.
Cuando íbamos toda mi familia: mi padre, Thomas, mi madre, Mery, mi hermana, Katy, yo y... mi hermano mayor Daniel.
Danny murió en aquel accidente de coche, y yo fui la culpable. Fui yo la que insistió a Daniel que me dejara sentarme en el sitio de la ventanilla para ver a los animales, fui yo la que hizo que se quitara el cinturón y saliera despedido por la ventanilla frontal cuando un ciervo se cruzó en la carretera e hizo que mi padre girara bruscamente y nos estrelláramos contra un árbol.
Yo maté a mi hermano y solo tenía 14 años.
-¿Estás bien? –dijo sacándome de mis delirios.
-Sí, solo necesito tomar el aire –salí de la sala de espera y cuando llegué a la calle saqué un cigarrillo y lo encendí.
-¿No eres un poco pequeña para fumar? –preguntó quitándomelo de la boca y dándole una calada.
-¿Y tú sí?
-Tengo dieciocho años- sonrío.
Todo era demasiado extraño. ¿Era de verdad el chico de mis pesadillas? ¿Me conocía?
-¿No deberías ir a ver a tu hermana?
Fui corriendo a su habitación, la B203, y en la puerta estaba mi madre, esperándome. Mirándome como solo ella sabía hacerlo. Siempre me hacía sentir pequeña y vulnerable. La aparté para ver a Katy pero no se movió.
-¿Por qué nunca haces lo que te digo? –me preguntó con tono acusador- ¿Por qué no viniste cuando te llamé?
-Sí estaba –dije retándola- Eras tú la que no estabas, igual que cuando murió Danny. ¡¡Ni siquiera viniste al funeral!!
-Estaba trabajando –estaba a punto de llorar. Siempre lloraba cuando hablábamos de él.
-¿Trabajando? ¡Te pasas el día limpiando las casas de unos putos pijos que viven en lujosos rascacielos mientras tu familia se muere de hambre! –grité.
-¡Traigo los únicos ingresos a casa para manteneros y pagar el alquiler! –gritó aún más fuerte.
-Y para pagar las cervezas de ese borracho que tengo por padre –escupí cada palabra intentando herirla lo máximo posible.
Me soltó una bofetada y salió de la habitación.
Respiré hondo varias veces, me tranquilicé y me acerqué a la cama de mi hermana. Intenté no llorar pero me resultó imposible, ya me caía una lágrima por la mejilla.
Mi hermana seguía inconsciente, le cogí la mano. Su respiración esta vez era constante y tranquila.
Bajé las persianas y me tumbé a su lado como solía hacer cuando ella no podía dormir y por primera vez en mucho tiempo, no tuve pesadillas.
Ni siquiera me di cuenta de que en la habitación había otro niño.
***
-Eh, chavalín. ¿Qué tal vas?