Después de aquello, necesitaba ver a mi hermana, sentir su calor. Corrí como pude atravesando las avenidas de Manhattan, esquivando puestos de Pretzels y vagabundos.
Pronto llegué a mi destino. Subí las escaleras del hospital y me encontré enfrente de Kate. Me acurruqué como pude junto a ella en la pequeña camilla y fue cuando la besé en la frente que me di cuenta que acababa de abrir los ojos.
—Amber. ¿Me muero? —preguntó con miedo en la mirada.
—No, ya no hermanita.
Se lo dije convencida, pero Kate tosió de repente y de su boca solo salió sangre.
—Amber, me muero.
—No, esto no es nada. —dije casi gritando. —Llamaré a la enfermera.
—Hermana no, antes quiero pedirte algo.
—Dime hermana Kate, ¿qué quieres?
—Siento que me moriré hoy y antes de morirme quiero follar. Fóllame. —dijo desesperada.
—Hermana, incesto no.
—Hermana te pido que me penetres con tus dedos, que des placer a mi clítoris. Dame sexo por primera y última vez.
No creía que aquello fuese buena idea, pero mi hermana era muy atractiva, y si era verdad que se moría tampoco tendría dificultad de ocultar el secreto.
—Vale hermana Kate, te follaré el coño hasta que te mueras.
Le bajé los pantalones de ingresada y vi su coño de niña de 11 años. Parecía un manjar. Metí la boca como si de una tarta se tratase. Su flor sabía a azucenas recién cortadas por la mañana. Le metí un dedo en el clitoris, gimió. Otro, gimió aún más. Su clítoris estaba súper dilatado. Listo para mi puño. Se lo metí sin pensar.
—Amber méteme más rápido. Dame más fuerte. Mi clítoris quiere que le regales más. Le cabe todo lo tuyo.
Sentí que ahí abajo no tenía más que darle, así que subí a sus pechos. Dos pequeñas colinas en crecimiento, casi planas. Se las mordí hasta que sangraron.
—Arráncame el pezón hermana Amber, me da igual. Me muero.
Le mordí con toda la fuerza que pude y de hecho se lo arranqué. Empezó a sangrar mucho. Chupé su sangre mientras le metía más dedos en el clítoris.
—Hermana Amber, me corro. Me corro. Y me muero.
Y así fue. De su coño floral surgió un chorro inmenso de corrida femenina, mientras que de su boca surgió un chorro inmenso de sangre que la mató al instante.
Qué acababa de hacer. Miré la ventana entreabierta, me subí al alféizar. Observé las 8 plantas de caída ante mí y me tiré. Morí también.