6. Ultrajada

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"Una vez cruzas la línea, estarás deseando escuchar cuando te encuentres con tu desaparición"

―Monsters (Ruelle)


***

La muchacha desconocía cuanto tiempo había transcurrido desde que decidió ir a dormir para amortiguar el hambre. Ella recordaba haber tenido un sueño, en el cual ella era la protagonista de un festín de alimentos, y cuando percibió un aroma familiar, pensó si de alguna manera sus deseos se habían materializado porque olía a comida deliciosa cerca. 

Se levantó de repente, sintiendo que la abrazaba una calidez embriagadora, que la hizo sentir acogida. Un aroma delicioso inundó sus fosas nasales, ocasionando que su estomago rugiera con agresividad. 

Arrugó la nariz. De inmediato pensó en ese acto como algo demasiado cruel. Podía oler la exquisitez de esa comida, pero no era suyo, no había forma de que pudiera probarlo. Deseó por un instante volver a quedar dormida para ser ajena al paso lento del tiempo.

Sin embargo, recordó que se encontraba en una cueva. Al recordar ese hecho importante, abrió los ojos de sopetón, con un miedo atenazando sus entrañas. La única razón de que percibiera algo rico era terrible, podría deber a la presencia de raptores en la cercanía de su refugio; en el peor de los casos, podría ser un monstruo hambriento y civilizado.

Pero no era de ese modo. Los monstruos no se reunían frente a una fogata para discutir cómo preparar las presas que cazaban. El mundo no era tan bizarro como para darle un escenario espeluznante, pero ese pensamiento desapareció cuando llegó a su mente la imagen de ese monstruo que la salvó. 

Analizando su entorno, descubrió muchas frutas apiladas a su costado, con la fogata todavía encendida y con astillas amontonadas en un rincón. No solo eso, también habían pescados  extendidos con cuidado sobre una hoja extendida.

―¿Para mí? ―preguntó a la nada. ¿Quién podría ser generoso con ella?

Volvió a mirar su entorno, mas no encontró a nadie; como era de costumbre, volvió a toparse con la dura realidad de hallarse completamente sola.

Intentó alcanzar uno de los pescados con sus manos, pero un siseo inexistente en su cabeza se lo prohibió. Las reprimendas de las personas en el pasado se apresuraron a detenerla.

"Los peces no son tuyos."

"Fuera de aquí."

Una persona abandonada como ella no tenía derecho ni privilegios. Era imposible que alguien se lo hubiera dejado. Alejó la mano de inmediato. No podía tomarlo, no era para ella. Si decidía ceder antes sus sus instintos primitivos, ella sería golpeada y desechada otra vez. Volvería a ser repudiada. 

La humanidad era cruel con personas sin hogar como ella. A veces pensaba que era un milagro seguir con vida a lo largo de estos años, pero había hecho lo imposible para sobrevivir y solo sobrevivir. Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas pálidas. 

Tenía mucha hambre, era difícil mantener los ojos a vista apartados de los alimentos. Lo necesitaba, pero su miedo a ser agredida por tomar lo que no le pertenecía era más grande que cualquier cosa. Los golpes no sanaban rápido, las heridas no eran fáciles de cuidar y dolían demasiado; antes de tomar la decisión equivocada, prefería pensar en las consecuencias y reprimir sus deseos.

Atrajo la estola y el único objeto valioso en su posesión directo a su pecho. Le dio la espalda a la fogata, abrazando sus rodillas con fuerza mientras pensaba en ese monstruos amable de ojos verdes, percibiendo todavía un aroma que le gustaba en esa prenda. 

Amante de una bestia +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora