~How much is that doggie in the window~

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           Canadá abre los ojos lentamente. Desorientado mira a su alrededor, está en un cuarto de paredes blancas que no reconoce, una ventana entreabierta deja pasar una fría brisa. El cielo, completamente despejado, está teñido de un hermoso azul claro. Es una lástima que no pueda apreciar aquello pues de inmediato cierra los párpados. El dolor es tenue, pero está por todo su cuerpo, más en la parte lateral de su cabeza, también puede distinguir el yeso que le inmoviliza la mano izquierda.


El malestar que siente se incrementa al ser atormentado por lo que parece un recuerdo. Distintas imágenes pasan una tras otra como si fuera una película proyectada directamente en su mente. Se queja, pues es tan caótico que no logra comprender con exactitud lo que sucede, hasta que, con claridad, ve el rostro del enorme lobo. Eso basta para hacerlo caer en cuenta de la situación.


Mexique! —Abruptamente se levanta. Un ligero mareo provoca que caiga al suelo, sin embargo, no tiene tiempo que perder. Comienza a arrastrarse—. ¡Ya voy Mexique! —Los gritos llaman la atención de una enfermera que se apresura a pedir ayuda para regresarlo a la cama. Él lucha—. ¡No lo entienden, esa cosa lo tiene!


—Señor por favor, tranquilícese. —Intenta en vano la joven.


—¡Suéltenme! —exige atinando un golpe en la mejilla de uno de los enfermeros—. ¡Tengo que volver al bosque!


—¡Canadá qué chingados! —El mexicano entra seguido de ONU y FBI.


Mexique! —aparatosamente se abalanza sobre el nombrado, trastabillando y cayéndole encima, esto sólo provoca que ambos se vayan al piso—. ¡Me alegro tanto que estés bien! —le abraza con fuerza.


—Wey, pesas un chingo —se queja— ¡ayuda! —Dramatiza estirando un brazo en dirección del FBI quien resopla con cansancio, pero se dispone a intervenir. Con la asistencia de los enfermeros, logran levantar al canadiense y dejarlo sentado sobre la cama, después los humanos se retiran.


—FBI, ONU, tenemos que empezar de inmediato la cacería, hay que matar esa cosa. —Cierra la mano sana en un puño. Las organizaciones se miran entre sí.


—Canadá, descansa, ya hablaremos más tarde —comenta calmado el de piel azulada.


—No, tal vez no pueda participar, pero puedo guiarlos hasta ese lugar. No podemos darle tiempo para que huya o lastime a alguien más. —Para avalar lo dicho, trata de ponerse de pie. El latino se apresura a evitarlo, empujándolo suavemente.


—Tranqui Maplecito, mejor acuéstate otro rato que te pegaste muy fuerte en tu cabecita. —Extrañado por la nula preocupación que muestran, pasea la vista entre los presentes, notando por fin las muecas de incredulidad.


—ONU, FBI, los rumores son ciertos, en ese gran bosque hay una bestia horrible, estoy seguro que es quien ha destrozado a esos animales y, probablemente, sea responsable de la desaparición de América. —El agente no puede más que suspirar.

Only wolves rush inDonde viven las historias. Descúbrelo ahora