~The end of the world~

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Tres semanas han pasado desde que le retiraron las correas de cuero. Los primeros días después de eso, permanecía un guardia en la puerta, vigilando que su comportamiento no se saliera de control, al estar seguros de que no sería así, empezaron a darle más libertad, ahora hasta puede salir a caminar un rato por los jardines. Su mano izquierda sigue imposibilitada sólo que ya no es yeso, sino una férula, a su vez, el dolor ha pasado a ser mínimo.


Abre ligeramente los ojos para localizar al latino recargado en la puerta, platicando con un joven paciente. La mayoría de los humanos mantienen su distancia con las representaciones, esto es por diferentes factores que van desde el respeto, hasta el miedo. Aún hay gente supersticiosa que los cree una especie de ente divino. No obstante, con México esa barrera invisible parece no existir o, por el contrario, romperse con facilidad.


Canadá entiende que la personalidad alegre y ruidosa que tanto le caracterizan llama al instante la atención. Además, es incapaz de mantenerse quieto, serio o callado por mucho tiempo, así que termina por hablar con cualquiera que se le cruce por el camino. Aun así, es sorprendente la manera en que el muchacho se sonroja o ríe con naturalidad, incluso se atreve a darle un leve golpecito en el hombro. A simple vista, asemejan ser amigos de toda la vida, siendo que lo conoce de apenas unos días.


Frustrado resopla, cambiando la mirada al florero sobre la ventana. El poco viento que hay es suficiente para mecer las rosas. Su mano sana se cierra en un puño al recordar que esa bestia es el autor de ese regalo. Todavía le cuesta trabajo asimilarlo, pero la verdad es innegable. A lo largo de los últimos días al despertar a media noche, el mexicano no estaba. Creyendo que su ausencia no se debía más que a una ida al sanitario o a la máquina expendedora, volvía a dormir, sin embargo, al repetirse el evento varias veces, decidió esperar.


Cuánta fue su sorpresa al ver en primer plano a esa cosa entrar por la venta con su México en brazos. Estuvo a punto de levantarse y hacer un escándalo, pero se quedó quieto al observar que hablaban entre ellos, como si fueran amigos...no, como si fueran algo más. A pesar de que sintió su sangre hervir con ira, fingió estar dormido. A la mañana siguiente interrogó una vez más al latino y, una vez más, recibió, lo que ahora sabe, es una vil mentira.


Por alguna extraña razón, está protegiendo a ese horrible ser. Más allá de las interrogantes sobre el cómo o por qué tiene la capacidad para comunicarse con eso, le preocupa la cercanía entre ellos. Desde que los descubrió, han pasado ocho días y, sin falta, esa cosa viene a reunirse con su México. El recuerdo le provoca un malestar. Ha tratado de formular algunas teorías, aunque está claro que es imposible conocer la razón de tal comportamiento si no se lo dice el involucrado.


De nuevo vuelve a bufar, cerrando los párpados en el proceso. Sinceramente le importa más la seguridad de su vecino norteamericano que lo que sea que esté pasando con esa bestia. Por eso, ha tomado la decisión de acabarlo... Sus cavilaciones son interrumpidas al sentir una presión sobre su entrecejo. Abre los ojos encontrándose con el dueño de sus pensamientos.


—Si sigues frunciendo el ceño te van a salir arrugas.


—Tengo entendido que no podemos envejecer una vez que alcanzamos cierta edad, además, eso sólo te funciona con Francia —comenta sonriendo ligeramente al oír la melodiosa carcajada.

Only wolves rush inDonde viven las historias. Descúbrelo ahora