Me desperté con el sonido de unas voces, pero antes de hacer cualquier cosa de la que me fuera a arrepentir más tarde, me acordé de lo sucedido anteriormente. No me quería mover, notaba unas mantas de un material suave encima de mí, eran calientes y reconfortantes, pero también noté unas correas agarrándome las manos y las piernas, asique como no podía hacer mucho más, me hice la dormida para escuchar que decían.
—Tenemos que despertarla— Dijo una voz muy similar a la de Tom, el esposo de mi madre.
—Necesita reposo e investigación. Todavía no sé cómo ha sobrevivido a una transformación tan agresiva, debería haber muerto hace días— Le respondió una voz femenina suave y apenada a Tom.
Supe que hablaban de mi en cuanto oí la voz de mi madre al lado de donde yo estaba tumbada.
—¡Es mi hija! — Gritó mi madre, por un momento me asusté y casi pego un brinco de la cama, pero me retuve
—También es mi sobrina. El hecho de que la hayas mantenida alejada de este mundo y de su gente no te da derecho a decir lo que es mejor para su salud. En este momento yo soy su médica y te estoy diciendo que tiene que dormir lo que su cuerpo necesite. — Las palabras de esa mujer me habían dejado congelada. ¿Tengo una tía que no conozco? ¿A que se refería con "este mundo y su gente"? Cuanto más escuchaba lo que decían más preguntas sin respuesta surgían en mi cabeza.
—Isabella, Tiene que haber algo que puedas hacer...— La voz de mi madre sonaba gastada y triste. Por un lado quise abrir los ojos y decirle que estaba bien, contarle lo que me había pasado y que ella me consolara, pero por otro lado quería gritarle y que me diera explicaciones. Ya sabía que mi madre no iba a hablar de todo esto conmigo por las buenas asique descarté esas ideas de inmediato.
—Lo siento mucho Marta, pero sabes cómo funciona. Necesita reposar, será mejor que nos vayamos— Dijo la que parecía ser esa tal Isabella con un tono calmado y triste.
—De eso nada, no me moveré. No estuve para ella cuando lo necesitó, me toca estarlo ahora— Respondió mi madre, la voz se le había desvanecido en un llanto casi silencioso. Una lágrima amenazaba con delatarme, pero me contuve y seguí escuchando.
—Cariño, no podemos hacer nada. Tiene que recuperarse sola— La voz de Tom intentaba consolar a mi madre, parecía que había surtido efecto porque escuche como la silla en la que debía de estar mi madre sentada se arrastró por el suelo y poco después oí como se alejaban los 3 y se cerraba una puerta metálica.
Silencio, solo había silencio, por fin se habían acabado los gritos, los disparos y las amenazas.
Por fin abrí los ojos, levanté la cabeza y miré a mi alrededor, estaba sola en una habitación blanca, tenía las piernas y manos atadas a la cama. Intenté liberarme agitando las manos, pero no pude, volví a dar un repaso a la habitación para ver si había algo que me ayudara a escaparme; la camilla estaba justo en el centro de la habitación, en la pared de la puerta se encontraba una cómoda y un espejo redondo, en ele cual no alcanzaba a ver mi reflejo, había una mesilla a mi izquierda con un jarrón con rosas blancas, también pude ver que encima de la mesa había un botiquín, tal vez hubiera algo dentro que me pudiese valer. Estiré la mano con dificultad y alcancé la caja roja, la abrí y empecé a rebuscar, al poco tiempo noté un objeto punzante, lo saqué y vi unas tijeras de metal, estaban un poco gastadas pero servirían.
Como pude comencé a cortar las cuerdas que me retenían, cuando terminé con las manos me incorporé en la cama y me desaté los pies. Me levanté de golpe lo cual no fue una buena idea ya que me tuve que apoyar en la mesilla de noche y sin querer tiré en jarrón al suelo. Conseguí agarrarlo antes de que cayera en el suelo y provocara un ruido que terminaría haciendo que me descubrieran. Coloqué el jarrón en su sitio correspondiente y me giré, pude ver mi reflejo en el espejo con forma circular encima de la cómoda. Allí estaba yo, esos ojos verdes como los de mi padre me devolvían la mirada y las ojeras que normalmente adornaban mi rostro habían desaparecido, mi pelo suelto me llegaba hasta un poco más abajo del pecho, no podía ver mi cuerpo al completo ya que estaba tapado por una bata blanca con un escudo azul en el lado izquierdo a la altura del corazón. Me acerqué a la cómoda y empecé a revolverla en busca de alguna muda de ropa que me sirviera, al final solo encontré una sudadera gris y unos vaqueros que me quedaban 2 tallas más grande que mi talla habitual, me lo até con una de las cuerdas de la cama para que no se me cayera y me fui hacía la puerta.
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La elegida de fuego
FantasyEve como cualquier adolescente hace todo lo propio de una adolescente; va al instituto, discute con su familia, queda con sus amigas... El problema viene cuando esa adolescente "normal" tiene póderes y tiene que aprender a controlarlos para poder sa...