La elegida de fuego

Capítulo 4

­­­Me quedé paralizada, todas las personas en esa habitación me miraban esperando una reacción por mi parte. Pero no podía, creo que ni siquiera estaba pestañeando, estaba asimilando toda esa información. Pequeños flashbacks de mi infancia aparecían haciéndome recordar lo feliz que una vez fui. Todo se había acabado tan rápido. Echaba de menos las tardes en los parques, desayunar en cama mientras veía mi serie de dibujos animados, pasar tiempo en familia...

-Eve, ¿Estás bien? -Isabella me hizo volver a la realidad posando su mano en mi hombro y apretando levemente. Yo la miré y suspiré.

-Y tú eres mi tía, ¿Me equivoco? - Todos parecían un poco sorprendidos por esa pregunta, incluso yo lo estaba, pero a estas alturas no lograba pensar con claridad. Isabella se recuperó de su asombro y me sonrió transmitiéndome serenidad, mientras asentía con su cabeza.

-Me alegro de poder hablar por fin contigo Evelyn- Isabella miró de soslayo a mi madre, como si estuviera intentando transmitirle algo, -Soy Isabella, pero llámame Isa o tía. Como quieras tú. -Me sonrió otra vez, pero con más energía yo le devolví la sonrisa sin tanto entusiasmo, pero lo hice con la suficiente fuerza como para dar la sensación de que estaba de acuerdo con ella.

-Deberías ir a descansar, mañana comenzaremos las pruebas para empezar a trabajar con tu habilidad en la academia. -Tom volvió a hablar interrumpiendo la conversación entre Isabella y yo. Se notaba que no querían hablar más sobre el tema del guerrero, asique por el momento yo tampoco iba a mencionarlo.

-¿Descansar en dónde? -Pregunté segura de que si lo que habían dicho sobre ese tal Dimitri y los demonios era cierto, lo más probable es que estuvieran vigilando mi casa.

-De momento te quedarás con nosotros temporalmente hasta que descubramos tu habilidad y puedas incorporarte a la academia, allí tendrás una habitación compartida con otras alumnas- Me contestó Tom.

-¿Vosotros tenéis una casa aquí? -Dije indignada refiriéndome a mi madre y a mi padrastro. Ambos me asintieron incómodos confirmando mis sospechas. Es decir, ellos ya tenían una vida construida aquí mientras que Anna y yo nos quedábamos solas en casa preguntándonos cuando iban a volver. Quería volver a enfadarme, pero estaba demasiado agotada como para hacerlo. De repente la idea de dormir unas horas no me parecía tan desagradable.

-Cuanto antes nos vayamos mejor, tienes que descansar, mañana será un día muy duro para ti. -Isabella volvió a intervenir.

-Estoy de acuerdo, vayamos a casa Eve- Dijo mi madre esta vez.

Asentí y me levanté imitando a todos los presentes, seguían pendientes de mí, sin quitarme el ojo de encima, como si esperaran que fuera a detonar una bomba en cualquier momento y trataran de averiguar cuando.

Después de que mi madre se despidiera formalmente del resto de personas en la sala, salimos por la puerta metálica por la que había entrado antes con Dylan, al recordar a este último individuo sentí la necesidad de volver mi vista atrás, recorrí la sala con mis ojos hasta encontrarme con esa mirada oceánica atravesándome, su forma de mirarme era indescifrable. Había algo en el que me hacía sentir de una manera incómoda y al mismo tiempo confortante. Aparté la vista volviéndola al frente y seguí a mi madre por los pasillos de la base para así poder salir de una vez por todas de este lugar.

...

Acabábamos de salir de la base y ahora estábamos en el aparcamiento, dirigiéndonos hacia el coche de Tom. Este y mi madre hablaban entre ellos con normalidad, sobre pequeños temas sin importancia.

Nos subimos al Alfa Romeo negro, Tom arrancó el coche y empezó a conducir hasta su casa alejándonos de la base. Cuando ya llevábamos diez minutos de carretera, dejamos atrás el bosque y comenzamos a adentrarnos en una zona urbana con casas mas o menos modernas y algunas tiendas, las calles estaban iluminadas por las farolas.