Una suerte de lobbies se extiende alrededor del local. Hay una extensa barra con un cuadrilátero central donde tengo la ligera sensación de que aquí no van a boxear sino dar rienda a suelta a una turbia lucha libre, seguramente.
—Esto es demasiado turbio—dice mi amiga al oído.
—Ya lo creo...
—¿Qué hacemos?
—No me siento cómoda con él aquí. Vamos.
—¿Estás loca? Ven, nos hagamos cargo de tu maquillaje.
Avanzamos en busca de los baños y dando con el de mujeres. De camino puedo sentir la oscura mirada de Russo tras nosotras al igual que la de sus amigos que hablan entre ellos mientras una camarera tan elegante como sexy se acerca para tomarles el pedido.
Este momento es horrible, seguramente le dirá a mamá que estuve aquí. Okay, no es cierto, no tiene ninguna clase de contacto con mi familia, de hecho. Nos considera tan poco lazo como yo a los suyos. Y si mi madre se enterase que he salido a sociabilizar como una chica común en un lugar del nivel que ella espera, de seguro que lo último en lo que pensará será en castigarme, de adolescente le llamaba ella a mis compañeras de clases para que me inviten a alguna fiesta o a cenar o al cine, sin embargo, nunca entendió que hacía mejores amistades con los chicos del club de lectura que en medio de toda esta gente. Hubo un tiempo que me gustaba el fútbol, sin embargo, nunca me apoyó enviándome a un club tal cual le pedí, creo que ese fue el único acercamiento (infructuoso) que tuve hacia el deporte, siempre he estado muy concentrada en mi intelectualidad.
Lo cual corroboro al ingresar al tocador lleno de espejos, palabras ploteadas con el nombre del lugar en frases que intentan levantar la autoestima a las chicas que entran, algunas solo para retocarse el make up como es mi caso.
—Mírame a mí—me pide ella, colocándome de costado respecto de los espejos. No es necesario obstruir los lavatorios para dejarle hacer su trabajo. Debe ser el único baño en un lugar transitado en el que no debo hacer fila junto a otras chicas para poder orinar con el tiempo cronometrado.
—No es necesario que lo intentes—le advierto.
—¿Cómo que no? Hazme caso.
—Quiero irme.
—Pídemelo mientras haces una O con la boca.
Lo hago mientras ella me coloca el labial.
—Quioro ormo o oso—le digo como me sale mientras se lo pido. Ella suelta una risotada.
—Ahora dame un motivo que sea convincente y me lo pensaré.
—Uso.
"Russo."
—¿Dejarás que la presencia de un hombre que te intimida implica que te la pases mal esta noche?
Ella aparta el labial mientras me indica marcar una "P" con la boca. Lo hago mientras veo cómo cambia en algo mi boca. Luego ella saca un lápiz de labios.
—Las fiestas no son lo mío, Gin...
—Déjame trabajar, quieres.
Suelto una risita ante la molestia que le ocasiono y ella ríe también. No consigo imaginarme cómo sería mi vida si dependiese de ella como mi asesora de imagen, ya le hubiese sacado canas de todos colores.
—Ahora mira hacia arriba—me indica, sacando la ametralladora que odio: lápiz de ojos.
—No, por favor.
—Es líquido y si lloras, no se corre.
—¡No quiero llorar!
—Te la aguantas entonces.
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Piero Russo 1. Todo tuyo (FRAGMENTO)
Любовные романыPara un hombre como él, solo el cielo es el límite. Identificador 1878-56-393