—¿Qué tal tu primer día?
—¿En verdad lo quieres saber?
Estamos junto a Gina, mi mejor amiga, frente a Piazza del Duomo en una cuadra de bares no muy costosos bebiendo una cerveza. La conocí durante la carrera, aunque su trabajo de camarera le exigió más horas de las que su currícula al día pudo tolerar así que yo pude seguir aprobando materias y adelantando otras mientras que ella no tuvo esa suerte. Hoy es su día de franco y, como cada martes, decidimos salir a beber para ponernos al día de todas las novedades que las obligaciones de ambas no nos permiten tomar conocimiento entre semana más allá que algún mensaje por whatsapp o por instagram.
—¿Tan mal es tu tío?
—No es mi tío.
—Qué suerte porque con ese papasito cometería incesto.
Gina le da un trago a su jarra de cerveza. Pronto pasará a la segunda mientras que mi tolerancia hacia el alcohol no suele superar más de un vaso, esto que hemos pedido ya es demasiado para mi paladar. Según ella, soy demasiado estructurada como para beber, pero simplemente no es del todo en tanto mi preferencia, puedo pasármela bien sin estar inconsciente o vomitando en el tocador de mujeres.
—Que le hayas visto en la fiesta de compromiso de mi madre no te va el derecho a que le hayas intentado pedir su número de celular.
—No me lo dio el muy cabrón.
—Ya viste cómo es.
—Culpa mía. Fui una acosadora.
—Descuida, Russo es así con todo el mundo. Demasiado amargado pese a ser tan joven, aún no cumple ni treinta años.
—¿Segura que no tienen lazos sanguíneos contigo?
—No soy una amargada.
—Pero te comportas como si tuvieses mucha más edad de la que tienes en realidad. Admítelo.
—Que no me guste desperdiciar el tiempo como lo suele hacer la mayoría o no comparta la idea de pasarla bien, no implica que esté saltando etapas.
—¿Ah, no?
—Para nada.
—Entonces, ya que no saltas etapas, ¿qué dices de ir al Terrazza Club?
—¿El nuevo? ¿El tres punto cero? Ya fuimos al dos punto cero y sabes que no me la pasé bien. Estuve aburrida y acalorada toda la noche, en ese lugar no se podía respirar.
—Este es un sitio de lujo. Mi jefe ha ido el fin de semana pasado y dice que es más que recomendable. Un poco caro, eso seguro.
—No estoy para andar derrochando dinero cuando sé que debo un mueble de estantería antiquísimo.
—Minerva, sabes que eso ya lo ha pagado tu madre.
—Y yo se lo pagaré a ella...en cuanto me paguen mi primer sueldo. Quizá si ahorro el segundo también.
—¿Cuándo vas a admitir que eres rica?
—Ojalá lo fuera. Mis padres lo son, no yo.
—Bueno, chica emprendedora que quiere valerse justamente de sí misma, ¿qué opinas de acompañarme al Terrazza? He visto fotos y va cada bombón ahí.
—Demasiado elegante, no es mi estilo.
—Muestras tu apellido en la identificación y te darán vía libre donde gustes.
—Además, mañana debo trabajar.
—¿A qué hora?
En realidad, no sé muy bien si mañana deba trabajar. Según entendí, todo depende de que mi nuevo jefe no tire a la basura mi carpeta con la investigación que tanto empeño traté de buscar sin haber dormido más que una siesta hoy cuando llegué de trabajar. Para que un imbécil me trate como a una buena para nada y me mande a callar de un momento a otro como si mi opinión no estuviese lo suficientemente fundamentada.
ESTÁS LEYENDO
Piero Russo 1. Todo tuyo (FRAGMENTO)
RomancePara un hombre como él, solo el cielo es el límite. Identificador 1878-56-393