6. Jugando con Russo

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Siempre creí que un "lobby" era algo así como un sector cómodo donde los grandes ejecutivos se reúnen para pactar negociaciones o avanzar asuntos laborales fuera de la oficina, no un círculo de sillones de lujo con camareras y camareros sirviendo tragos mostrando demasiado cuero.

Vamos que tampoco me puedo quejar de lo que veo, pero no estoy acostumbrada a esta clase de situaciones, no me hace sentir cómoda en absoluta que un chico que está para el infarto haya intentado drogarme o que mi nuevo jefe quien es algo así como ¿mi tío? está ahora mismo a mi lado bebiéndose una copa conmigo.

De lo que sí estoy segura es de que luego me las cobraré con Gina.

—No quiero que se mal entienda, pero te infravaloré, Minerva.

—Ese comentario sólo se puede entender de la mala manera, Russo.

—Deja que me explique. El asunto es que llevo tiempo tratando de encontrar un equipo de trabajo que hable el mismo idioma que busco yo, un equipo con perspectiva de innovar y ofrecer a su vez algo útil, no aspectos que solo sean estéticamente interesantes o tan abstractos que no se entiendan. Y voy más allá del arte.

—Buscas innovación productiva, no pérdidas—me animo a decir.

Y él se termina su copa.

—Exacto. Tengo una empresa que sostener y una normativa legal a la que responder, no estoy dispuesto que una inyecte un vacío a la otra sino que se retroalimenten.

—Bien, es lo que ofrecí en mi propuesta de la carpeta.

—De eso quería hablar. Con la agencia se están acercando al concepto, pero no hacen más que eso. Acercarse y tú llegas de pronto entendiendo exactamente lo que...

—¿Otra copa?

Una chica con falda demasiado corta, top negro de cuero y moñete al cuello recoge la copa vacía de Piero, colocándola sobre su bandeja.

—Por favor. Un martini.

—¿Vofka o ginebra?

—Vodka, por favor.

—¿Y usted, señorita?

—Yo estoy bien con el vino.

Piero examina mi copa.

—Eso ya no está frío—advierte—. ¿Te gusta el Cosmopolitan?

—Ejem... No, estoy bien.

Claro, si supiera lo que es, quizá podría dar una respuesta válida.

—Y tráele un Cosmopolitan—advierte a la camarera quien asiente y se retira.

—Hey, dije que no me gusta—me quejo.

Él levanta una ceja, aparentemente divertido:

—Por supuesto. Si supieras lo que es. Nunca lo probaste, ¿verdad?

—Creo que...no... No me ando fijando en la marca de las bebidas que me sirven.

—No es una marca de bebida, es un trago.

—Es lo mismo.

Él tuerce el gesto y hace caso omiso a mi interesada ignorancia por asuntos de bebidas alcohólicas.

—Mucha gente ve el arte como algo insustancial, inútil—continúa—. Y no es que no lo vea así sino que prefiero algo que produzca valor, verle y sentir que me produce conmoción, interés por adquirir esa pieza, no pagar fortunas solo por el nombre de la persona que lo retrató o porque utilizó una técnica poco frecuente. Lo mismo opino cuando se trata de una obra literaria o pieza musical. Quiero algo que dispare múltiples aristas, que no me deje a secas sino que sea algo permita incrementar producción, no limitarla. Porque si limitamos a una clase elitista de comprensión la información, no se está disponiendo oportunidades a la comunidad que se ofrece ese sector.

Piero Russo 1. Todo tuyo (FRAGMENTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora