—Esto ya lo hablamos, Karen.
—Sí, pero...
—Cuando tomo una decisión, soy implacable.
—Eso díselo a tus empleados, Piero. Nos conocemos poco, pero lo suficiente como para que sepas que si yo lo sugiero, es porque lo considero una idea favorable.
—Se trata de tu hija.
—Con mayor razón aún.
Nunca se me dio lo de andar escuchando tras las puertas, sin embargo fingir que estoy junto al marco esperando a que me atiendan, es una buena excusa cuando la secretaria de Piero llega al despacho con papeles y me mira. Yo me alejo automáticamente de la puerta.
—Señorita, puede tomar asiento—me ordena encubriendo sus palabras en cordialidad.
—Estoy bien, gracias.
—El señor Russo la atenderá en cuanto esté disponible.
—¿Tengo que sacar audiencia para sacar turno con él? Aunque sea solo unos años mayor que yo, legalmente sería algo así como mi tío.
Ella abre la boca para objetar algo más, hasta que se da cuenta del vínculo con la mujer que acaba de entrar en la oficina.
—Comprendo, señorita. Pero estoy haciendo cumplir mi trabajo. Le pido que se aparte de la puerta, las conversaciones del señor Russo son privadas.
Trago saliva. ¿Qué clase de escena estoy haciendo? Ella no hace más que cumplir su trabajo, pero yo quiero saber de qué manera mi madre y su cuñado se disputan en este momento el futuro de mi vida, debería tener el derecho a participar.
—Sí, está bien—le contesto, tragando saliva y acercándome a uno de los sillones dispuestos.
Solo he visto a Piero dos veces en mi vida y ha sido gracias a los eventos familiares que nos unieron. En el compromiso de mamá y en la noche de bodas. De ahí en más, siempre ha tenido excusas demasiado superlativas como para ausentarse en navidades o en Día de Acción de Gracias. No es que haya sido imprescindible o que yo sea muy sociable, pero al menos tengo la cortesía de asistir, saludar, acompañar en lo que sea necesario.
Él, por su parte, sólo asistió a las dos celebraciones mencionadas un momento y se marchó. Escuché hablar a varias mujeres acerca de él, preguntando al respecto; de hecho, una de mis primas quiso saber si yo tenía su contacto personal de whatsapp. Ni loca. Tanto mujeres como hombres le miraron y algunas quisieron animarse a hablarle, pero se mostró sumamente reacio y no dio importancia a lo que escuchaba. Evidentemente no quería hacer buenas migas sino retirarse y huir gracias al móvil que no paró de recibir llamados durante el poco tiempo que estuvo en los eventos.
La puerta se abre y salgo de mis pensamientos. Observo en la dirección que mamá se aparece dejando atrás a Piero y corroboro que ha sido una conversación agitada. Si ese idiota no me quiere en su trabajo es porque yo tampoco estoy de acuerdo, así que eso espero que me comunique mi madre cuando acota:
—Ya puedes pasar, hija.
Suelto un resoplido. Estaba casi segura de que no iba a tener que hacer esto. Aún así trago saliva y me levanto, preguntándome cómo fue o en qué momento me pareció que sería buena idea acceder a que mi madre nuevamente quiera arreglar mi vida.
—No tiene mucho tiempo, ya hice yo la mayor parte del trabajo—me dice por lo bajo antes de sobrepasarla y entrar en el despacho de Russo.
No es que las palabras de mi madre me hayan hecho sentir muy útil, rara vez lo consiguen, pero en este momento ocupa mis pensamientos algo distinto que ponerme a discutir con ella.
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Piero Russo 1. Todo tuyo (FRAGMENTO)
RomansaPara un hombre como él, solo el cielo es el límite. Identificador 1878-56-393